Joan Miquel Oliver sentencia en su nuevo disco que «Venim de Pegasus solcant oceans, venim de futures edats«. Ante tan tajante afirmación, cabe preguntarse: ¿cuál es la separación entre la Constelación de Pegasus y el municipio de Valls? Pues depende. Desde su estrella más próxima, Markab, unos 140 años luz. Y desde la más lejana, Enif, unos 670 años luz. Metro arriba, metro abajo. En todo caso, para ser unas distancias considerables, el viaje le sentó bastante bien al músico de Sóller, o al menos es la impresión que dio durante el concierto que celebró en la localidad tarraconense el pasado sábado 16 de mayo. Visto lo visto, la ruta intergaláctica que une Pegasus y Valls no tiene como efecto secundario el tan temido jet-lag.

Lo curioso del caso es que un 16 de mayo de 2009, exactamente seis años antes, el mallorquín ya había actuado en el Teatre Principal de Valls, algo que él mismo se encargó de recordar ante las personas que llenaron la platea del recinto y que se fueron a su casa con ganas de más. Y es que a pesar de la duración estándar del concierto (hora y media), a todos los allí presentes se nos hizo corto. ¿La clave? Para mí, la imprevisibilidad.

Se habla de Joan Miquel Oliver y se remarca por encima de todo su originalidad, su innata habilidad para mezclar historias de otra galaxia con elementos cotidianos con los que nos cruzamos en nuestro día a día. Y el mejunje funciona tan bien en su carrera en solitario como cuando lideraba a los añorados Antònia Font. Insólito pero intimista, Oliver nos habla de otros mundos que parecen lejanos pero que en realidad están en éste. Quiere hacernos creer que sus canciones se compusieron en constelaciones desconocidas para nosotros, pero su inconfundible acento mallorquín lo delata. Joan Miquel Oliver bien podría ser un extraterrestre, pero si realmente lo es, se parece mucho a nosotros o como mínimo lo disimula muy bien.

joanmiquel

Insisto en la imprevisibilidad. La base siempre es la misma: una atmósfera aparentemente tranquila, Oliver con su guitarra, Jaume Manresa extrayendo extrañísimos sonidos de su teclado, y Xarli Oliver a la batería (aunque en la práctica acaba tocando de todo).  A partir de ahí, cualquier cosa es posible. Como por ejemplo, que Oliver alargue la canción ‘Rellotge’ hasta límites insospechados, jugando con el público a través del silencio y de la imitación del sonido de un reloj mediante dos recipientes que bien podrían haber sido en otra vida botes de conservas. O que el cantante mallorquín, sin previo aviso, se marque un solo rockero de guitarra que bien podría haber firmado Jimmy Page, para luego justificarse así: «No sé si será por lo que he comido, pero me apetecía mucho tocarlo». Por no hablar del momento más orgiástico del concierto, cuando enchufa una pequeña guitarra acústica, y la hace sonar como si fuese una eléctrica atolondrada y ruidosa, ante un público estupefacto. Lo más divertido es que antes de sacar toda la furia de ese coqueto instrumento, había prometido «un momento íntimo». Yo no pude parar de reír durante toda la canción (‘Lego’), por la histriónica situación que él mismo había creado.

Para los fieles, no faltaron las canciones más aplaudidas de Oliver (‘Final feliç’, ‘Dins un avió de paper’, ‘Surfistes en càmera lenta’). Y los que se han acercado al músico de Sóller gracias al magnífico ‘Pegasus’ tampoco pudieron quejarse, ya que tocó el disco enterito (¡cómo se agradecen los álbumes sin canciones de relleno!). Ante la calidad musical y literaria de la propuesta, el carisma de la banda y la simpatía natural de Oliver, poco pudo hacer el público más allá de quedarse embobado durante una hora y media, como si el tiempo no avanzase, como si al rellotge de la canción se le hubiesen acabado las pilas.

No es fácil explicar cómo se vive un concierto de Joan Miquel Oliver. Espero haberme aproximado ligeramente. En todo caso, si hay que hacer alguna aproximación, quizás la más acertada sea la del propio artista, quien explicó que el día antes habían actuado en Benidorm, y entre el público se encontraban muchos jubilados extranjeros que no acababan de entender qué estaba pasando. Ante este panorama, Oliver no tuvo más remedio que decirles: «Lo que hacemos es pop experimental». Y originario de otra galaxia, hubiese añadido yo, de haber estado presente en tan singular escena.

Tres canciones, 275. La elección de Withor

JOAN MIQUEL OLIVER – ‘PEGASUS’

@adriwithor