El lema de The Hole asegura «Nunca ha visto nada igual», pero lo cierto es que esta mezcla entre teatro, cabaret y espectáculo circense perpetrada por Paco León sorprenderá a pocos.
The Hole se autodenomina como un espectáculo único, irreverente y provocador. Una función que pretende provocar al público y dejarlos boquiabiertos con su (supuesto) erotismo y su (en teoría) irreverente puesta en escena. Pero no.
The Hole, basado en un guión de Secun de la Rosa* y dirigido por Paco León, aúna acrobacias y erotismo, pero desgraciadamente cae en la chabacanería. Hay una línea fina que separa la provocación de lo vulgar, y el espectáculo la deja tan atrás que ni se ve. Solo un número consigue ser sutil: un striptease en el que, gracias al uso de la luz negra, solo vemos la silueta de la chica recortada contra un fondo verde fosforito. Cuando retiran los paneles, la chica se despoja del (escaso) vestuario, y solo vemos los tacones y la peluca fosforescentes. Sí, un número con colores fosforitos es lo más elegante de The Hole.
Entre las actuaciones que podemos encontrar se hallan acrobacias aéreas, de suelo, de cuerdas, números de patinaje y canciones picantonas. Y sí, uso la rancia palabra «picantonas», porque son tan casposas que parecen sacadas de un híbrido entre revista cañí y el peor programa de Noche de fiesta.
Los espectáculos de acrobacias en sí no están mal. A mí personalmente me cansan los numeritos de trepar por cuerdas o balancearse en aros suspendidos a varios metros del suelo, pero es innegable que tienen mucho trabajo detrás y son toda una proeza de agilidad. El problema es el tratamiento: las dos acróbatas, «las Supernenas», van ataviadas con un bañador de licra con los pechos al aire y unas pezoneras estratégicamente colocadas. Lejos de resultar erótico, queda muy cutre. Un simple conjunto de lencería hubiera sido mucho más sugerente.
Mucho peor resulta el papel de Nacho Sánchez, «el Pony Loco», cuyas actuaciones consisten en patinar con mucha destreza mientras va cubierto con un taparrabos y simula chiscarse a todo lo que se mueve, incauto público incluido. Es provocador en el mismo sentido que Padre de familia es irreverente: de forma zafia y poco sutil. Es como si un crío hubiera dicho «y lo pondremos ahí semidesnudo pa’ que se le vea el rabo jejejejejejeje».
No todas las actuaciones son malas. Las acrobacias de suelo del Dúo Flash son espectaculares, y el cuarteto vocal de los mayordomos es bastante bueno… El problema es que están enmarcadas en un contexto que no funciona, y es algo que lastra a todas y cada una de las actuaciones, exceptuando los numeritos de canción picante, que están en un contexto perfecto, y no lo digo como algo bueno.
Las acrobacias de cuerda, las piruetas del Dúo Flash, las versiones de éxitos pop del cuarteto vocal… todo funcionaría de maravilla en otro tipo de espectáculo, o incluso en espectáculos propios. Lo malo es que en The Hole se intenta darles un toque «erótico» o «provocador» para que casen con el espectáculo, y está hecho de forma muy pobre. Para entendernos: que se les vea el culo a los cuatro cantantes no es ni erótico ni provocador, sino más bien una patochada.
Los espectáculos están más o menos hilados por una trama ligera intercalada con monólogos del maestro de ceremonias. La Terremoto de Alcorcón, que era la anfitriona, disparaba chistes de Falete y de la Duquesa de Alba que me hicieron viajar en el tiempo hasta 2008, que es cuando los chascarrillos podrían haber tenido cierta gracia. El remate, el coup de grâce, fue un chiste sobre Aída Nízar. SOBRE AÍDA NÍZAR. Al filo de la actualidad, vamos.
La influencia que The Rocky Horror Show ha tenido en The Hole es más que evidente. No solo el escenario está presidido por una boca gigante al más puro estilo Science Fiction/Double Feature, sino que el espectáculo comienza con una fusión entre Magenta y Columbia recorriendo el pasillo entre el público, tal y como sucede en las representaciones del musical de Richard O’Brien. Más aún: el número con el que se presenta a la maestra de ceremonias (la Terremoto de Alcorcón, en la función a la que asistí) es un homenaje (¿?) al Sweet Transvestite, completo con vestuario similar al de Tim Curry y un riff sospechosamente parecido (que no igual) al de la pegadiza canción transilvana. Eso por no mencionar su moraleja vitalista metida con calzador al final que no solo supone una ruptura muy seria con el tono establecido, sino que parece sacado directamente del Don’t Dream It, Be It.
The Hole es un The Rocky Horror Show despojado de sus virtudes al que solo le han dejado sus defectos… y al que le han metido una pausa en mitad del espectáculo (¡que solo dura hora y media!) para que vayas a consumir a la barra. Y no es que las entradas sean precisamente baratas. Yo les recomiendo que se ahorren unas perras y las inviertan en hacerse con la versión cinematográfica del Rocky Horror. Disfrutarán más, y pese a estar hecho hace casi cuarenta años, les resultará más provocador que The Hole, que promete mucho y da poco.
*Actualización: nos dice el propio Secun de la Rosa que ya no queda nada de su texto original en el espectáculo.