Lanzo al aire una íntima confesión: a veces me sucede que pienso en personajes famosos de cualquier ámbito y soy incapaz de recordar si están vivos o muertos. No se trata de una cuestión morbosa, de pensar en los males ajenos o de obsesionarse con el más allá, sino más bien de algo neutro como el puro desconocimiento, la falta de memoria o el poco interés mostrado ante ciertas personalidades. Soy consciente de que Jesús Gil, Amy Winehouse, Dalí o Luís Aragonés por poner unos ejemplos ya no están entre nosotros. Pero hay cantantes, políticos, músicos y famosos de diversa índole cuyo nombre aparece en una conversación o simplemente brota en mi cabeza y lo primero que pienso al respecto es: ¿murió o aún está vivo?

En este preciso instante en el que mis dedos repiquetean el teclado reconozco (y lo digo con pesadumbre y sin ningún orgullo) que no pondría la mano en el fuego por el estado existencial de Carmen Sevilla, Arsenio Iglesias, Tony Curtis, Juanito Navarro, Corín Tellado, Yves Saint Laurent, Joao Havelange o Chuck Berry. Pienso de algunos que están muertos, pero quizás siguen entre nosotros; otros creo que estarán sanísimos, pero es probable que anden criando malvas. Si alguno de ellos ya es finado, en algún momento habré leído la hora de su defunción, pero a día de hoy no me lo pregunten porque no soy capaz de recordarlo.

El lado positivo, si es que hay que encontrar uno, es que he sido capaz de encontrar un patrón común que puede servir para explicar el fenómeno. Así, si hago un repaso por todos aquellos ‘muertos-vivos’ que pueblan mi quijotera, compruebo que la duda ‘vida-muerte’ surge con las personas que están más cerca del mito que de la realidad. Individuos notorios que anduvieron por la cumbre durante muchos años pero que llevan desaparecidos algunos lustros. Aquellos que protagonizaron un rise and fall de campeonato, aquellos que hace siglos que no salen en la televisión o cuya última noticia en Google se remonta a años ha. La conclusión es rotunda: es la falta de información la que provoca el olvido (especialmente en la era de la sobreinformación en la que andamos sumergidos). Si cuando aparece alguno de estos nombres uno se pregunta si aún andarán entre nosotros, es porque hace tanto tiempo que no se sabe nada de ellos que plantearse su defunción es un punto de partida más que razonable.

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El tito Phil, en sus años mozos

La última vez que viví esta trivial pero curiosa experiencia fue hace unas semanas cuando a raíz de un artículo mi mente empezó a volar hasta que se posó en Phil Spector. Y la primera pregunta, obviamente, fue la siguiente: ¿Phil Spector está vivo o muerto? Lo analicé. «Debe estar vivo», pensé, aduciéndome que no recordaba haber leído ninguna línea sobre su defunción. «Pero quizás esté muerto», me autoalegué, porque bien podría llevar 10 años en el hoyo y no acordarme, y además hacía demasiado tiempo que no leía ninguna noticia sobre él. Fue un verdadero ejercicio de zumba mental, ya que otras variables a tener en cuenta entraron en la ecuación (como la posibilidad de que estuviera ingresado en un centro psiquiátrico debido a su más que reconocida demencia, aunque esta hipótesis parecía ser más romántica que posible).

Phil Spector tiene 75 años y está vivo. Desde el año 2009 está encarcelado por el asesinato de la actriz Lana Clarkson. ‘El caso Spector’ puede considerarse como un buen ejemplo de mi tesis, ya que cumple con todos los condicionantes para sembrar un conato de duda sobre si una persona todavía necesita respirar: es un mito por lo que hizo décadas atrás, hace mucho tiempo que no sale por la televisión regularmente y no salen noticias de actualidad relacionadas con su persona. Como curiosidad, una de las últimas apariciones de Spector en los medios de comunicación tuvo lugar porque trabajó como productor desde la misma cárcel de un disco que grabó su mujer, Rachelle Spector. Debe ser, si no me fallan las cuentas ni me contradice Mister Chip, el primer álbum de la historia cuya producción se realiza desde un calabozo. El incunable, si les pica la curiosidad, se titula ‘Out of my chelle’ y dicen los que lo han escuchado que es bastante flojo, siendo benévolos.

Así pues, Phil Spector estaba vivo, y quizás Carmen Sevilla también, pero Joao Havelange es probable que ya descanse en paz, o quizás no. El macabro baile de nombres puede continuar y a lo lejos no se divisa el final, y con esta circunstancia a cuestas, no puedo hacer más que postrarme ante la evidencia, confesar mis pecados y reconocer que mi ser puede ostentar muchas virtudes, pero recordar a las celebridades que han perdido la vida no es ni será jamás una de ellas. Acepto mi penitencia, que es infinita y siempre me acompañará, ya que ante cualquier nombre de persona insigne que aparezca, mi mente no podrá hacer otra cosa que ponerse en blanco y concentrarse en la pregunta de todos los tiempos: «¿Vivo o muerto?».

Tres canciones, 276. La elección de Withor

RACHELLE SPECTOR – ‘HERE IN MY HEART’

@adriwithor