Cuando uno va a ver a Faemino y Cansado, sabe a lo que atenerse. O no. Y es que asistir a un espectáculo del incombustible dúo cómico es experimentar algo indescriptible que, aun así, nos resulta familiar. Pero, como reza el título de la obra, ¡parecido no es lo mismo!

En la hora y media de espectáculo que se representa en el teatro Olympia de Valencia, Faemino y Cansado hablan de todo: de cirujanos jefe, de cómo el éxito puede subírsele a uno a la cabeza y empujarle a pedir siete sándwiches vegetales para luego tirarlos y pedir uno de jamón york, de sus experiencias cuando fueron siameses (que no mellizos) hasta los treinta años (Faemino) y los veinticinco (Cansado)… Incluso hay tiempo para un concurso con Cansado como presentador y Faemino como miembro del público elegido completamente al azar.

Faemino y Cansado telón

El estilo del dúo es inconfundible: ataviados de azul (el alto) y de rojo (el más alto), con una cadencia verborreica, con tremendos rodeos para contar anécdotas («el chiste a Ítaca», como ellos lo llaman), plagado de referencias culturales, con una alternancia del vocabulario coloquial con un registro elevado, trufado de momentos en los que ambos cómicos hablan a la vez, pisándose el uno al otro, mientras cuentan las vicisitudes de su nueva televisión con TDT…

Como ya digo, es difícil definir un espectáculo de Faemino y Cansado. El propio Faemino, con quien tuve el placer de charlar un rato a la salida, decía que a veces, ni él mismo sabía definir lo que eran. «¿Somos humoristas, payasos, mimos…?», se preguntaba, y ciertamente hay un poco de todo en su puesta en escena, en la que Cansado lleva la mayor parte del peso del diálogo, mientras que Faemino gesticula incansable apostillando los relatos de su compañero e interrumpiéndole de vez en cuando para soltar perlas de genialidad. Sin embargo, tal y como me comentaba el más alto de los dos humoristas, ellos no siguen la típica estructura listo-tonto, tan utilizada en los dúos cómicos, «en la que uno construye y otro destruye, sino que ambos construimos… o eso me gusta pensar». Y Faemino acierta completamente, ya que ambos consiguen crear una atmósfera de buen rollo desenfrenado que se transmite al espectador, que no puede sino disfrutar y, a la mañana siguiente, tener agujetas en la cara de tanto reír.

Yo, que, como a estas alturas ya se habrán dado cuenta, soy un fan acérrimo de la pareja desde que era pequeño, le comenté a Faemino que me iba a resultar difícil escribir la reseña, ya que, aunque tenía muy claro que había disfrutado como nunca, era complicado enfocar el artículo, porque un espectáculo de Faemino y Cansado es algo inefable, algo que hay que vivir para entender.

El bueno de Faemino estuvo de acuerdo, y me contó que Cansado, «suele definir muy bien lo que hacemos: lo compara con una línea de jazz, que está para seguirla, pero también para saltársela, para improvisar sobre ella. Y eso es lo que hacemos, preparar una estructura y luego improvisar sobre ella, un poco también por el bien de nuestra salud mental».

Precisamente esto, la improvisación, es algo que se nota y se agradece, porque es un gusto ver cómo no es solo el espectador el que disfruta, sino también los propios cómicos, que en propias ocasiones intentan contener las carcajadas ante las ocurrencias de su compañero. Y es que, aunque al principio del espectáculo Cansado afirme que «algunos espectadores nos dicen que se les hace largo. ¡Pues anda que a nosotros…!», cuesta creer que este par no disfrute con lo que hace, casi tanto como que haya algún espectador que no tenga ganas de más al terminar esos noventa minutos que se pasan volando.

Faemino y Cansado teatro

Faemino me confesó que para él, «pasar la noche riéndome con Javi, que es el mejor humorista del mundo, y que encima me paguen por ello, es lo mejor que me puede pasar». Y qué narices, tiene razón, aunque yo puntualizaría una cosa: Faemino y Cansado SON los mejores humoristas del (tercer) mundo.

 

Javi Bóinez, Reflexiones de un tipo con boina