Usted encarga la longaniza en el mostrador y ni se da cuenta de lo que se oye en el ambiente. Ese es el objetivo: que no perciba la música que suene, pero que continúe llenando el carro, alimentando la gran máquina. ¿Pero son iguales todos los hilos musicales de los supermercados?. ¿Hay espacio para lo alternativo, para la experimentación, para el riesgo sonoro? ¿O todo es un amable medio tiempo bien blanquito, indoloro e incoloro, en inglés, ni muy acelerado ni muy pastel, que le ponga el cuerpo presto para seguir abrazando el consumismo más exacerbado?.

En busca de un reducto, a por un asidero de originalidad en una ciudad pequeña de provincias, empezamos la ruta por Plusfresc, en la Avinguda Roma, y ahí uno se puede encomendar al rock indie americano de Ex Norwegian (suena ‘My Name is Paul’). Luego entramos en un género propio, en la línea de lo que decíamos antes: tonadas que pasen casi desapercibidas, tarareables perfectamente en un karaoke, carnaza de Singstar, placenteras y olvidables al minuto. Ahí entran, también en Plusfresc, ‘Lady’ de Mike Stahl, o ‘Been Thinkin’ Bout You’, de Annica. Ni rastro, eso sí, del kilómetro cero del que presume la marca en su género.

En el Mercadona de la Avinguda Vidal i Barraquer, siguiente parada, la música está algo bajita, así que hay que arrimarse a los altavoces junto a la sección de bollería para afinar, y esconderse convenientemente de las cámaras para que no nos tomen por zumbados (aunque ya no vendrá de aquí). La dulzura sigue en Ivy, banda de Nueva York que aquí suena con ‘I Still Want You’, con un pianillo ambiental para dormirse. Entre tanto aparece la melodía esa de la chica cantando ‘Mercadona, Mercadonaaa’ y yo, con ese jingle, me acuerdo de aquellos versos de Luis Prado con Señor Mostaza, que habla del placer bobalicón de cuando se está enamorado. Cantaba al piano setentero: «Me suena a música celestial el hilo musical del Mercadona / la estupidez que dice otra persona / me suena tan bien».

Esa, la de Ivy, va a ser la tónica. No esperen estridencias. No le pidan a la cajera lo nuevo de Gatillazo. No van a soliviantar al consumidor medio con los sonidos guturales de Narco ni con temas de siete minutos de Sigur Rós en un idioma inventado que haya que pinchar al revés para escuchar mensajes satánicos. No van a espantar a nuestros padres con Slipknot. Pero volvamos donde estábamos, porque la cosa se anima en el Mercadona. Suena un poco de dance chicle pero bailable, a cargo de la diva pop Gwen Stefani (‘Make me like you’), antes de la cadencia lenta de The Lagoons y su canción ‘Gems’, más música random de clase media que arranca con unos versos que nos podían hacer sospechar en un supermercado: ‘I have the money, I have the power’.

¿Quieren un nombre clásico en el imperio de Juan Roig?. Ahí va la cosa country de Sheryl Crow con ‘Rest of me’, un tema de este año (¿Quién dijo que el hilo musical era un cementerio de hits de hace dos décadas?). En Supercor Expres, en la Plaça Imperial Tarraco, notamos una cierta recuperación del nivel. Que suene la magnífica y soleada ‘Cant’ stand it’, de la banda americana Wilco, es una excelente noticia para nuestra cotidianeidad comercial y la gran esperanza blanca para la música del azar que nos sorprende en la calle. No la conocíamos, pero postureamos con el pecho palomo mientras suena como diciendo: ‘Esto sí es comprar’.

Luego entramos en un grupo ideal para el hilo: The Corrs, que aquí suenan con ‘Long Night’, otra de esas impecables incursiones en el pop de violines, melodías en primer plano y languideces. No sé si nos induce a llenar más el carro, pero cumple con el mandamiento número uno: no molesta, y yo cada vez temo más a que llegue Céline Dion. Me gusta imaginarme a señores con corbata, muy serios, en un consejo de administración, abordando una crisis de consumo y eligiendo muy circunspectos lo que debe sonar para intentar recuperar las ventas. Tampoco lo que aparece luego en Supercor Express sobresalta: ‘Cherry Lane’, de Ryan Adams & The Cardinals, donde la mandolina y el banjo vuelven a convertir el country en insospechado género al alza.

En el supermercado Eroski, de Parc Central, se apuesta por cierto perfil bajo, pues no olviden que nunca hay que espantar al cliente; folk del montón en inglés por parte de Black Handed Kites, con la canción ‘Shoes’, y más dance con voz femenina, obra del productor holandés Roeland Ruijsch. La canción se llama ‘Do Ya Wanna’, y no crean que nuestro bagaje es tan enciclopédico que nos da para conocer estos temas. A estas alturas parezco un púber nomofóbico buscando cobertura desesperadamente con el móvil en alto: camino con la aplicación de Shazam abierta en el teléfono, para reconocer las canciones que suenan. No llamar la atención del tipo de la seguridad es otra de nuestras empresas.

El Corte Inglés está en la línea: una Jennifer López baladeando acústicamente en ‘Secretly’ y nuevo pop rock de guitarras plácidas: cosa de artistas como Catatonia o Jetty Rae. El cliente, que como el dinero y la bolsa quiere estabilidad, ni siquiera desea radiofórmula, sino marca blanca, conservadurismo sónico.

Va a haber, en todo esto, una salvación. Hay una cadena que, según nuestro sondeo a salto de mata y aleatorio, rompe con las inercias. En el Consum de la Avinguda Prat de la Riba (seguimos en el centro de la ciudad) hay un oasis de marcha mañanera: la electrónica festiva del tótem David Ghetta (‘It’s The Way You Love Me’) y el dance de Xuso Jones (‘Celebrating Life’), un cantante de Murcia hijo de ‘Youtube’ y ‘Tu cara me suena’. Más allá de gustos y cosas efímeras, por fin algo de alma entre el tomate a granel y los congelados. Son refugios animados, con gancho, ante el inocuo y poco soportable hilo musical, que nos maniata a la vida convencional. Sobrevivir a él es, drama de Occidente, nuestra pequeña victoria ciudadana.