«El año pasado vinimos ataviados con chándal y gafas de sol para darlo todo y que os divirtierais, pero este año va a ser distinto: hemos venido para que os deprimáis». Toda una declaración de intenciones por de Mr. E (alias de Mark Oliver Everett), líder y alma de los Eels, casi al principio del concierto del 12 de julio en el Teatre Grec de Barcelona, que resultó ser un espectáculo catártico que mezclaba tristeza y felicidad. Un reflejo de la vida, a fin de cuentas.

De tristeza sabe mucho E, hijo de Hugh Everett III (padre de la teoría de los universos paralelos y padre carnal algo ausente) y último de la estirpe de los Everett después de que su hermana se suicidara, su madre falleciese de cáncer justo cuando la carrera de E empezaba a despuntar, y su prima fuese azafata del vuelo que se estrelló contra el Pentágono el 11-S. Ahora bien, que como dice en su recomendabilísima autobiografía Cosas que los nietos deberían saber, él sigue vivo, y eso ya es algo, ¿no?

Las canciones de los Eels son únicas en tanto que condensan una extraña mezcla entre pochez y felicidad que deja un regusto agridulce al oyente. Sí, las cosas están bien jodidas, pero mientras hay vida hay esperanza, y cuando has estado hundido en la mierda, solo te queda remontar.

Los miembros de los Eels han ido rotando a lo largo de los años, y el pasado 12 de julio pudimos disfrutar del veterano The Chet al teclado, P-Boo a los vientos, Knuckles a la percusión, Al dándolo todo con el contrabajo y, por supuesto, Mr. E a la guitarra, el piano y las cuerdas vocales.

Eels live

Minutos después de que las teloneras, las prometedoras folkies Daughters of Davis, abandonasen el escenario, los Eels, trajeados, con una apariencia pulcra completamente opuesta a los chándales y las barbazas desaliñadas y las gafas de sol de la gira del Wonderful, Glorious, irrumpieron en escena para iniciar el concierto ante un recinto abarrotado con Where I’m At, que dio paso a una versión del clásico When You Wish Upon a Star, una sentida interpretación de The Morning y un corte del último disco, Parallels, donde según el propio E, le canta tanto a amores perdidos como a su padre.

Tras los cuatro primeros temas, E dijo que nos iba a dar una buena sesión de bummer rock, cuya traducción quisiera acuñar como «rock pocho». Fue una de las coñitas sardónicas que Everett le dedicó al público, con los que interactuó chapurreando alguna frase que otra en castellano y presentando a The Chet como «El Chet», anunciando que iba a cantar «uno más», o gritando «¡SÍ!».

Durante los siguientes minutos del concierto se sucedieron joyas de la bajona como My Timing Is Off, esa oda a la depresión posruptura que es It’s A Motherfucker (calificada por E como «next level bummer»), el tema reciente Lockdown Hurricane, o la conmovedora reflexión sobre sus raíces Where I’m From.

Eels pase

No sé de quién fue la idea de que en el pase de prensa saliese Kenny G., pero desde aquí le mando un abrazo.

Tras finalizar Lockdown Hurricane, E dijo que ya estaba harto de deprimir a la gente, y que el cuerpo le pedía divertirse. Una interpretación animadísima y estrambótica de A Daisy Through Concrete dio el pistoletazo de salida a la segunda mitad del concierto, mucho más vivaracha y colorida, donde sonaron perlas como Grace Kelly Blues («me parece que sabes que me irá bien»), I Like Birds, que contó con la colaboración del público para aullar a pleno pulmón el «BIRDS!» de los coros, un My Beloved Monster rescatado del primer disco de los Eels, o una reinvención tremendísima de Fresh Feeling que invitaba al bailoteo y contaba con un majestuoso solo de contrabajo de «Upright» Al que fue para enmarcar.

Antes de Where I’m Going, que cierra la trilogía de los estados de E en The Cautionary Tales of Mark Oliver Everett, nos deleitamos con un Mistakes of My Youth con un tempo algo más elevado que su versión de estudio. Es uno de los mejores temas del último trabajo de los Eels en el que reflexiona sobre los errores que ha cometido (un tema recurrente en el último disco) y se propone como objetivo mejorar en el futuro. También es la secuela espiritual de la confesión a corazón abierto que es Things the Grandchildren Should Know, y que en esta ocasión se fundió con el final de Wonderful, Glorious, con el que E quiso dar una lección al público: «si hasta un perdedor como yo puede conseguir tocar en un sitio tan bonito como este, es que aún hay esperanza».

No quedó ahí la cosa: E pidió que le dieran un abrazo, y se fue directamente hacia las primeras filas para darse un baño de multitudes repartiendo abrazos a diestro y siniestro, justo antes de lanzarse con un tema extra como bis… y otro… y otro.

Y menudos fueron: I Like the Way This Is Going, una tonadita que de tan ingenua es hasta entrañable («Me gusta ver la tele contigo / la verdad es que no hay nada que me guste más»), Blinking Lights (For Me), inspirada por el accidente aéreo que tuvo lugar a escasos metros de su casa cuando E era un crío y que sembró de cuerpos desmembrados su patio trasero (sí, así son las cosas), pero que entre tanto cinismo amargo («échale un vistazo al accidente / esta no me la veía venir») alberga un mensaje de esperanza («algún día volveré a estar bien»); y la que para mí fue la joya de la corona, Last Stop: This Town, inspirada en cuando una vecina le dijo que veía espíritus y que había visto entrar a una joven en su apartamento… el mismo día que E había ido al funeral de su hermana.

Si la versión de estudio de Last Stop: This Town ya tiene un nosequé que pone el vello de punta, la sentida interpretación minimalista en directo (de la que pueden ver un fragmento aquí, cortesía de Marc Pastor) conmovía hasta al más pintado. Y sí, en este caso, el más pintado era un servidor, que tuvo un stendhalazo escuchando una de sus canciones favoritas en el Teatre Grec. Que me emocioné, vaya. Ya está, YA LO HE DICHO.

Tras los estruendosos y merecidos aplausos que siguieron a la canción, la banda se retiró… pero claro, el público no cesaba en sus vítores y en sus gritos de «EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE», y no les quedó más remedio que volver a salir para un segundo bis, en el que no solo rescataron la tan pocha como bonica That Look You Give That Guy¸ sino que se arrancaron con el Can’t Help Falling in Love que popularizara Elvis y el Turn On Your Radio de Harry Nilsson, tras el cual, ahora sí, E abandonó el escenario para que The Chet, Knuckles, Al y P-Boo pudieran cosechar esos aplausos que se ganaron durante la algo más de hora y media de concierto.

Eels Grec

En el hueco que había delante del escenario, E hizo montar un smiley de cara al público. De rebote, Marc Pastor en modo pantocrátor (como dice él), o Marctocrátor.

Si hay que protestar de algo (al fin y al cabo somos españoles, ya se sabe), es de que el concierto se quedase corto. Y es que si bien los Eels interpretaron 24 temas, que no es poco, al no ser ninguno de ellos especialmente largo, la duración total apenas sí sobrepasó los 90 minutos. Pero claro, también hay que tener en cuenta que si de la mayoría de espectadores y mí mismo dependiera, el espectáculo se hubiera alargado hasta el infinito, porque los responsables del Teatre Grec tuvieron que pedir que por favor, abandonásemos ya el recinto, que no son horas y esta gente querrá acostarse.

Una de las mejores cosas que puedo decir de los Eels es que es uno de los pocos grupos que consigue cambiarme el estado de ánimo con su obra y ponerme sensiblón. Poquísimos artistas son capaces de hacer que me meta tanto en situación y empatice con lo que se cuenta en la canción, y en el ambiente se palpaba que no soy el único al que le pasa.

No sé qué le deparará el futuro a E, y tampoco sé cómo se reflejará en su música y sus futuras giras, tan cambiantes como los estados de ánimo de sus distintos discos, pero una cosa sí sé: que allí estaré para verlo. Y ustedes harán bien en asistir también a la cita.