Tres canciones, 263. La elección de Withor:

BICICLETA LA CLETA – ‘TELETEXTO’

Recuerdo como si fuera ayer mi primer contacto con el Teletexto. Tenía 8 o 9 años y la que parecía que iba a ser una visita familiar aburrida se convirtió en una de las mejores tardes (por aquel entonces) de mi vida. El Teletexto supuso para mí un shock parecido al de las tribus africanas que ven por primera vez un avión. Recuerdo estar horas y horas cambiando de página, hipnotizado ante aquellos tres números que no paraban de moverse, pasando de las noticias a los pasatiempos, de las clasificaciones deportivas a las recetas de cocina haciendo una parada previa en la cotización de la bolsa. En aquel momento, durante aquel recordado día, cualquier cosa que apareciese en el televisor suponía una experiencia casi mística.

La misma historia (o una muy parecida) fue común en toda una generación (la nacida a principios de los ochenta). Por este motivo, por norma general, al Teletexto se le suele tener un extraño sentimiento de cariño. Los inercios somos bastante fans, y de tanto en tanto aparece en nuestras conversaciones. Creo que el afecto nace porque el Teletexto, incluso en sus inicios, ya se veía como algo cutre, una tecnología sin mucho margen de mejora y que no tendría demasiado futuro. Recordemos los dibujos megapixelados en los pasatiempos o en la sección de contactos. Hasta los niños pequeños sospechaban que ahí fallaba algo. Aún no habíamos escuchado nunca la palabra Internet, pero ya teníamos el presentimiento de que pronto aparecería algo que acabaría con el Teletexto. Y el cariño viene de ahí, de la simpatía por el débil, como cuando de manera inconsciente uno acaba animando al Granada o al Elche cuando juegan contra el Madrid.

Y pese a todo lo expuesto, pese a su lamentable interfaz y su ridículo diseño, nadie puede negar que el Teletexto supuso a su manera una revolución. En este sentido, los inercios consideramos que se ha sido un poco injusto con él, ya que hay ciertos aspectos de Internet que beben directamente de esta tecnología televisiva. Soñamos con investigar y escribir una tesis exponiendo que la Red no sería tan importante en nuestras vidas si antes no hubiésemos disfrutado del Teletexto.

Teletex-tetas-pixel

Pero somos pocos los que pensamos así. El Teletexto lleva muchos años en la UVI aguardando lentamente a que se apague su llama. No hay nada que pueda evitar que más pronto que tarde desaparezca. Sólo la moda por lo vintage, junto a una vieja generación que no está interesada en acceder a Internet, permiten que aún pueda respirar. Y en esas estamos. La tecnología está olvidada, y sólo recibe cierta atención mediática cuando algún redactor con ganas de juerga escribe alguna locura y el tema se convierte en viral. Pasó hace unos años, cuando este redactor de deportes consideró que el hecho de que las jugadoras rusas fueran «rubísimas y guapísimas, por cierto», era importante para que el lector pudiera comprender el devenir del partido.

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También es bastante mítica la crónica bursátil en la que el redactor padeció un ataque de poeta: «La bolsa parece el somnoliento sesteante veraniego incordiado por la mosca zumbona…».

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El último episodio tuvo lugar esta semana, cuando un redactor no acabó de digerir el triunfo de ‘Birdman’ sobre ‘Boyhood’ y se desahogó en el Teletexto (pensando quizás, como en los otros casos, que nadie lo iba a leer). Hay que reconocer que su rabia (y muy especialmente ese ‘Que ya ves tú’) son dignos de carcajada.

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Y en esto ha quedado el Teletexto. En sacar alguna simpática trastada que sirva para que los medios recuperen algún viejo tema de recurso para recordar (con datos sacados de la Wikipedia) que el Teletexto está vivo y que si alguien está en casa y se aburre todavía puede acceder para echar unas risas. Y después, de vuelta al ostracismo hasta la siguiente gamberrada. Muy lejos quedan sus años de gloria, cuando era el rey de la información más inmediata, cuando era capaz de revolucionar la vida de los niños y podía convertir una aburrida visita en una tarde de esas que jamás se olvidan.

@adriwithor