Otra vez Alsedo le mete caña a Russian Red. Y qué bien. La pavita de la clase, la princesita del mundo burbuja, es la víctima perfecta para el colmillo cazador del de Rock&Blog. Que corra la sangre, que festejen los lobos la orgía y la matanza. Crueldad y colmillo en barra libre.

Hablaba con alguien de la tele (de méritos y trayectoria brillantes) sobre la crueldad. Que yo la veía necesaria, que había que focalizarla bien. Él me daba la razón, pero sentenciaba, algo triste: «En este país nunca han funcionado los chulos».

Sacamos ambos a Charlie Brooker (si trabaja usted en comunicación y no es fan de este señor pueden retirarle el título). El cruel ejemplar. Misántropo, cínico, pero el cabrón conecta. ¿Por qué? Diría que porque entiende la crueldad como debe ser: de forma útil, de nuestra parte. Vean a Brooker explicar cómo funciona la reality TV: es el Robin Hood de los medios.

En la foto: las 7 diferencias entre la tele de aquí y la de allá

Otro cruel de libro es Gordon Ramsay. Éste usa otra estrategia: la de «es por su bien». Ramsay grita y humilla a cocineros de todo el mundo y éstos, al final, le dan las gracias. ¿Genio? ¿Síndrome de Estocolmo?

Claro que es normal que aquí los chulos no funcionen: la única alternativa a la pacatería, a la dictadura de lo políticamente correcto y las miembras, son mediocres como aquel Risto Mejide. El tuerto pegándole al ciego. Un prepotentón de verbo corto copiándole trucos a Palahniuk (esa numeración inversa). Tenemos los crueles que nos merecemos.

Esta es patria de bravuconadas, de «por mis cojones», de «me vas a decir a mí lo que tengo que hacer». Lumbreras, expertos y egos monumentales. Tal vez por eso nos faltan crueles buenos: porque Brooker o el mismo Alsedo son los primeros en tomárselo todo a guasa. No incomodan, no adoctrinan, no pontifican. Señalan la basura y nos dan armas para entenderla.

En la foto: Rifa de una ostia

Total, que al final tenemos por un lado chulos sin sentido del humor (casi un arquetipo íbero: El canto del loco, Pereza) y críticos hasta las cejas de levadura del yo (pillen la Fotogramas y entiendan algo). Pero ni un puto Brooker. Menos, a su manera, Alsedo, tan lúcido que se casca una entrada como «Por qué odio el Rock&Blog«.

A mí me va la tele buenrollera, el ‘Españoles en el mundo’, ‘Redes’ o hasta César Millán y su energía firme y tranquila. Como periodista cultural o lo que puñetas sea, prefiero hablar de lo que me gusta. Pero rediós, qué bien viene tener quien señale la basura, el traje nuevo del emperador.

Una amiga muy positiva y japiflagua me decía que no había que indignarse, que mejor vivir alegre. Pero la indignación es necesaria, es justicia, es solidaridad. Y en terrenos menores e inofensivos, como las cosas estas del arte, ayuda a relativizar.

Miren, Alsedo o Brooker le han metido fuego a cosas que a mí me ponen trotón. ¿Y qué? ¡Lo que me he reído, igualmente! ¡Lo que mola leer a Quico on fire! Y hasta puede que en esas ocasiones les haya dado la razón. Que a cada uno le gusta lo suyo y el gusto es irracional y tomarse a los críticos como palabra divina es señal de gorda inseguridad cultural.

Cierro el tema con un par de anécdotas: veo al ex-niño del ‘Episodio I’ aguantar con amargura y rencor las entrevistas sobre ‘Star Wars’. «El tema solía salir en el instituto. No encontrarás gente más agradable e ingeniosa que en el instituto», dice con resentimiento. Leo las críticas de ‘Duke Nukem Forever‘, que tras trece años en el horno es un glorioso ladrillo. Los críticos se ceban y regalan perlas de comedia a su costa.

Claro, así al final acabamos pasando de reírnos de la basura a enamorarnos de ella. Pero esa es otra neura nuestra y nos la follamos cuando queremos.

V the Wanderer