Todavía no sé si me gusta el cine de vampiros o sólo un montón de películas con vampiros, o siquiera si esta distinción tiene sentido, pero si me pongo a pensar en mis estrenos favoritos de los últimos años varios de ellos tienen, sin que yo lo haya buscado, sangre y colmillos. Algo habrá en los no-muertos para que se les dediquen peliculacas como las Drácula de Fisher, Browning o Coppola, Abierto hasta el amanecer Cronos. No hay década sin, al menos, una gran cinta de vampiros, y la nuestra lleva ya un buen puñado: como poco estas cuatro (sin contar La venganza de Ira Vamp) que les recomiendo aquí abajo.

Byzantium (Neil Jordan, 2012)

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No tendrá la fuerza icónica de Entrevista con el vampiro pero a esta Byzantium había que haberle hecho más caso. Es poética, tensa, a ratos casi agónica, y salen unas Saoirse Ronan y Gemma Arterton fascinantes. En serio, dos de mis vampiras favoritas. El ambiente mundano choca con los elementos fantásticos y sirve de refugio para una huida que durante casi todo el relato es sólo intuida. Combina tropos bien establecidos del género (la vampira seductora, el amor imposible, las órdenes secretas) con una reinvención del mito muy moderna y una lectura feminista muy agradecida. Las vampiras de Byzantium están fuera del mundo por su doble condición de no-muertas y de mujeres, sentenciadas al tiempo y condenadas a vagar sin rumbo por ciudades que no saben nada de su historia, depredadoras y presas al mismo tiempo (fíjense que aquí la veo yo pariente cercana de Under The Skin). Ojo con el rito de transformación, de los más hipnóticos y perturbadores que han pasado por una pantalla.

Only Lovers Left Alive (Jim Jarmusch, 2013)

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Tal vez una de mis películas favoritas de los últimos años, y de esto no me di cuenta hasta un buen tiempo después de verla. Jarmusch se libera de convenciones y se casca una película gélida, atrapada en un tiempo que de tan eterno parece detenido, romántica y vigorosa en su languidez. Only lovers left alive retrata a una de las mejores parejas que he visto en el cine: dos amantes sensibles e inteligentes (ella, poderosa y empática, él, taciturno y dependiente) con pintas de rockstars refugiados en los libros, la música y un eterno vagar que los lleva de Tánger a Detroit, mostrada aquí como el cadáver de una ciudad, como un espacio post-apocalíptico y eternamente nocturno. Si yo fuera vampiro también vagaría por el mundo con una maleta llena de libros, leería y me perdería en las letras (tiempo suficiente al fin) y me entregaría a la música que suena a noche o a la noche que suena a música. Buscaría compañeros leales para el viaje eterno y nunca dejaría de reencontrarme con ellos. Probablemente me llevaría mejor con el infinito y me entregaría aún más a la contemplación del universo y sus misterios. Si yo fuera vampiro, en fin, me gustaría ser como Adam e Eve, pero como no lo soy, el sucedáneo más aproximado es ver esta película, una estampa visual, sonora y literaria de un tiempo y unas almas agotados.

Tres canciones, 272. La elección de V

SQÜRL – SOLA GRATIA (PART 1)

A Girl Walks Home Alone At Night (Ana Lily Amirpour, 2014)

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Una chica camina a casa sola de noche, vestiendo hijab, y se cruza con desconocidos entre sombras, pero ni la chica está indefensa ni los desconocidos la acechan: ella es una vampira, el velo es su uniforme fantástico (casi una capa superheróica) y ellos, su alimento. El camino a casa transita por las calles de Bad City, una ciudad iraní filtrada por el cómic y las pesadillas, por los ambientes sensoriales del primer Lynch y los fantasmas de Silent Hill. Otra vez la mujer como presa convertida en depredadora, otra vez la ciudad moderna como espacio hostil para el vampiro, como cárcel para su soledad, otra vez el amor como refugio imposible. A Girl Walks Home Alone At Night es el debut de su directora y a veces se le va la mano con la pretenciosidad, pero es tan atmosférica y honesta que compensa.

What We Do In The Shadows (Taika Cohen, Jemaine Clement, 2014)

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Para no refocilarnos en el drama nos vamos a la comedia, que siempre es mucho más triste. ¿Una parodia del cine de vampiros? ¿Un falso documental? ¿No son cosas, preguntarán, un poco trilladas? Pues sí, pero por suerte Cohen y Clement (el 50% de los Flight of the Conchords) lo usan como medio y no como fin, como plantilla y no como gimmick. Es una comedia de la bajona, un constante anticlímax protagonizado por patanes introvertidos e infantiles, esforzados por aparentar lo que no son. El hombre moderno (y su masculinidad derrotada) no pueden tener mejor espejo que el vampiro arrogante y seductor, que aquí aparece como una reliquia. Hay algo también de la cultura del narcisismo en la que vivimos, sin llegar a enseñarnos vampiros sacándose selfies. El triunvirato protagonista (Cohen, Clement y Jonathan Brugh) son un grupo de tolais de primera, y para demostrarlo se nos muestran dedicándose a (y fracasando en) lo más patético que puede hacer una persona: fardar y flirtear. Los vampiros también salen de fiesta para mirar mujeres y agarrarse al cubata. Lo curioso es que no desentona tanto con las tres anteriores: hay mucha soledad, la ciudad moderna aparece como un espacio en el que los vampiros no tienen cabida y el embrujo del mito se nos presenta, en el mejor de los casos, como una nostalgia de arquetipos pasados. Si estas cuatro son algunas de mis pelis recientes favoritas, es lógico que les diga que What We Do In The Shadows es una de las mejores comedias que me he calzado en mucho tiempo. Lo que ya no esperaba decirles es que es también una de las miradas más crudas y compasivas al ser humano.

@VtheWanderer