¿Que la Rolling Stone es un panfleto amarillo sobre moda y tendencia? ¿Que la Rockdelux es un poco-bastante-muy snob? ¿Que jenesaispop a veces mola y a veces da rabia? ¿Que Muzikalia, pachín-pachán, que ahí está pero te deja frío? ¿Que Supernovapop lleva tiempo cerrada? ¿Que Mondosonoro y Efeeme están fetén? ¿Que Paisajes Eléctricos también? ¿Que la Heavy Rock está bien para un rato? ¿Que la Ruta 66 es para dinosaurios clasicómanos? ¿Que Indyrock es un interesante caos incomprensible? Véngase aquí, pues, que usted cumple el perfil. Nos lo dicen los estudios de mercado.

La elección de Raúl

ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA – HOLD ON TIGHT

Un poco de ochentas. Súbanse al Delorean. Que se abran las puertas del Pandora’s Box. Que retumben esas cajas de ritmo tan reconocibles. Que sature altísima la batería. Mediaban los setenta y la ELO se abonaba al rock sinfónico, complejo, progresivo. Esta pieza del año 81, justo cuando la banda inglesa comenzaba su decadencia, derrocha sobreproducción, cierto barroquismo desparramado por la pista de baile: voces cargadas de efectos, mucho reverb, coros, sintetizadores, frenético teclado y un solo de guitarra al final. Todo batido en un pack de pop sintético con una velocidad urgente y muy ochentera.

Hablar de la letra es banalizar la canción. “Aférrate fuerte a tus sueños, cuando tu barco se haya ido, cuando sientas que tu corazón se rompe”, vienen a decir Jeff Lynne y sus secuaces en este texto bilingüe con un trocito (el coro) en francés. Cómo jode traducir estos temas superficiales, optimistas y discotequeros. Absurdo es encontrarse con este manifiesto ‘a lo OT’ de lucha por tus sueños; filosofía de grandes almacenes sostenida, eso sí, por una música festiva, acelerada, muy ‘up’. Me activa, me anima y me enciende. Me sorprendo ridículo tarareándola, casi bailándola. Putos años 80.

La elección de Withor

ELS AMICS DE LES ARTS – JEAN-LUC

Todos los grupos, para darse a conocer, necesitan de una canción-gancho, aquella que todo el mundo espera en los conciertos, que se hacen de rogar y se dan a conocer con los primeros acordes. Pues bien, els Amics de les Arts ya tienen esta canción: Jean-Luc.

Jean-Luc es mucho más compleja de lo que parece cuando la escuchas. No es fácil conseguir que una canción entre tan bien desde la primera escucha. Pero Jean-Luc es irresistible: compases iniciales pausados, para ir in crescendo poco a poco, un ritmo pegadizo, a base de continuas paradas y un organo a lo Casio que nunca está de más, un estribillo coreable y disfrutable y un final-summum-pachanguero, con sus buenas trompetas, com Déu mana.

Pero lo mejor de la canción es, sin duda, su letra. La historia no es nueva, es la del típico pagafantas que se piensa que va a mojar pero no. El pagafantas no sabe interpretar los gestos y no tiene lo que hay que tener para dar el primer paso. Lo curioso es el resultado: decide entablar un diálogo con Jean-Luc Godard sobre lo complicadas que son las mujeres. Aunque quizás no lo son tanto, si observamos los aires que lleva Jean-Paul Belmondo (nombre perfecto) en Al final de la escapada. Así se lo hace saber el bueno de Jean-Luc a nuestro alter ego pringao, pero este no es capaz ni siquiera de entenderlo. Y así, mientras el público corea el nombre del cineasta francés, borramos la mueca triste de nuestra cara y nos reímos de una historia que prácticamente todos hemos vivido alguna vez.

La elección de V the Wanderer

BUNBURY – ANNABEL LEE

Valiente empresa la de musicar un poema; ¿acaso no pretende ya la poesía ser música? ¿Acaso no miden los obsesos de la aritmética emocionante cada sílaba para lograr la cadencia y la música adecuada? Al menos eso decía Poe, para quien el poema era una pieza de relojería, puro artificio que, sin embargo, llenaba de sus más oscuras y menos racionales obsesiones.

La hazaña se complica si añadimos el complejo y poco valorado arte de la traducción. Reescritura sobre reescritura, palimpsesto de múltiples capas que se esconden entre sombras sonoras. Pero esto no amilanó a los atrevidos Radio Futura, que le metieron mano a ‘Annabel Lee‘, los últimos versos del maestro Poe, una pieza de sombría melancolía post-mortem.

La cosa les salió medianamente bien, con una traducción respetuosa y que guardaba algo del sabor de las palabras primeras, aunque la letra no acabara de encajar en una melodía ya de por sí desestructurada. El inglés más rico y medido reconvertido en amable pop español, con unas guitarras nocturnas y el toque justo de reverberación en la voz.

Luego llegó el Bunbury más cabaretero y borracho para terminar de pervertir el tema, y lo cantó a grito pelado, metiendo en la instrumentación todo lo que encontraba: piano, guitarras, muchos vientos y un gélido sintetizador que me recuerda al ‘Phendrana Drifts‘ de Metroid Prime. Puro exceso y delirio que cautiva tal vez por eso, por excesivo y delirante. Circulan por ahí malas grabaciones de una sobria versión a voz y piano, más íntima y menos Bunbury.

Y así, ciento cincuenta y seis años y un día después de la muerte del genio de Boston, y pasando por Radio Futura y Bunbury (podríamos haber nombrado la versión de Maga y el disco homenaje que pergeñó Lou Reed) La Inercia saluda a este fundacional e inigualable escritor. Un whisky por usted, señor Poe.