Y dijo La Inercia: «háganse las recomendaciones de música que no esté mal», y las recomendaciones se hicieron. Y vio La Inercia que eran buenas, y lo celebró con café con leche y salvajismo punk. Palabra de Inercia; te alabamos, óyenos.

La elección de Raúl

FITO PÁEZ – AL LADO DEL CAMINO

Charly García abrió camino en el rock argentino enarbolando el rol del teclista cantante. Luego se apuntaron todos a esa senda, entre ellos Páez, de natural egocéntrico e insoportable, con ese pop barroco, excesivo y lustroso, que en los últimos 90 combinó regular con el verbo de Sabina (un muy apreciable resultado en lo artístico y un desastre comercial y anímico). En esta canción confesional, casi de balance vital, el rosarino se ahorra diván y psicoanálisis. Hay un poco de todo: el dardo a una Argentina que por entonces se caía a trozos, la libertad de saberse fuera de los ismos, la soledad, la zona abyecta del ser humano y la potestad de salirse un rato de la partida cuando has probado la gloria pero también te has despertado en el fango. Sólo queda entonces mirarlo todo desde el lado del camino, aspirando el humo, con distancia, con humor, con una bendita autonomía.

No sé por qué, pero llevo toda la semana dándole vueltas a un consejo del gran Enric González a un periodista: “Tómate el mundo muy en serio y a ti mismo muy en broma”, y creo que algo tiene que ver con esta letra. Luego están las referencias vitales: la infancia escuchando a los Beatles, el amor, los escenarios, los libros, la cerveza, el whisky, el cine y el padre, ingredientes todos ellos que curten a cualquiera y que nos van a definir toda la vida, mal que nos pese. La canción, a ratos solemne, tiene algo también de celebración de la vida y la exaltación del aquí y ahora. Porque estamos chungos, sí, pero tenemos la resaca para recordar que estamos (que seguimos) vivos.

La elección de V the Wanderer

JOE HISAISHI + YOSHIKAZU MERA – MONONOKE HIME THEME SONG

Entiendo que empiece a estar de moda rajar de Hayao Miyazaki, Haruki Murakami y Pixar. Los tres tienen la capacidad de hermanar a gafapastas, a hipsters (vamos, modernillos), otakus, geeks, cinéfagos de Las Horas Perdidas (esos que hablan como impactando y con mucho anglicismo), gente normal y hasta almas de punk como nosotros. Sí, sé que tanta alabanza cansa a los librepensantes, los guardianes de la nueva cultura y de la contracontracultura. Allá ellos; a mí, dadme estos tres genios en grandes dosis en vena.

‘Mononoke Hime’ (‘La princesa Mononoke’) es una de esas cintas raras que hacen de una historia sencilla un lienzo infinito sobre el que se pinta la vida, el amor, la sociedad, el mundo, las creencias, la violencia, la muerte; una de esas películas que proyectan un mundo mucho más grande del que enseñan; una de esas épicas que atrapan el alma y arrebatan de forma indirecta, silenciando sus mejores disparos para que sólo nos sepamos heridos cuando brote la sangre. Ahora, y por nombrar dos de mis fijaciones fílmicas, sólo me viene a la cabeza compararla con ‘Blade Runner’ o ‘Hasta que llegó su hora’. Las tres, además, viven y mueren por unas bandas sonoras históricas, perfectas.

El score de esta ‘Mononoke Hime’ es del maestro Joe Hisaishi, quien ha capturado y amplificado a la perfección a Miyazaki y a Kitano. La música de un mundo natural en sus últimos días, de la lucha por salir adelante cueste la sangre que cueste, del viaje del que acepta su condena y sólo busca ya «ver con claridad». En este tema principal pone la voz Yoshikazu Mera, maravilloso contratenor (recuerden, lo más alto que puede llegar un hombre, tonos tradicionalmente accesibles sólo para castrati) que aquí reviste este tema ¿de amor? de una dolorosa fragilidad.

La elección de Withor

LOUIS ARMSTRONG – ST. JAMES INFIRMARY

Entro a la redacción. Me encuentro a mi compañero con los pies encima de la mesa, con su inseparable puro, y los compases iniciales de St. James Infirmary, a todo trapo. Automáticamente, me teletransporto. Aquello ya no es una redacción. Son los años 50 y lo veo todo en blanco y negro. J.S. y yo llevamos gabardinas largas, sombreros de copa y yo también fumo un puro. Ya no somos periodistas, sino detectives, y esperamos bebiendo whisky sin hielo como si fuera un frukito a que alguna mujer pique a la puerta y, mojada por la lluvia, nos pida ayuda porque su marido ha desaparecido. Aunque quizás haya sido ella. Tampoco nos importan. Son los años 50. Y los hombres de antes eran más fuertes.  Ups, la canción se acaba. Aquello vuelve a ser una redacción. Del flashback sólo queda el puro de mi compañero.

Momento de pensar. En cuan equivocado estaba al pensar que nunca me gustaría Louis Armstrong. En pensar que la trompeta sólo se podía utilizar como instrumento festivo en canciones pachangueras. Descubro que no. En esta canción, la trompeta se lamenta. Luego maldice. Y ya al final, cuando todos esperabamos un final feliz, empieza a llorar. Y yo la acompaño, demostrando que, definitivamente, los hombres de antes eran más fuertes.