Las apuestas eran de 45 a 1 a que recomendaríamos rock barrial facturado en la Guayana Francesa y de 23 a 2 de que también caería algo de pop comercial en esperanto. En cambio, casi se daba por sentado que parte de la música que se aconsejaría tendría que ver con algo de jazz gaditano y de flamenco-cumbia de Finlandia. Lamentamos que nada de eso haya sucedido y que los internautas y viandantes de la www hayan perdido todo su dinero invertido.

La elección de V

YUMING – HIKOKI GUMO

Dicen que Yumi Matsutoya compuso este tema muy de jovencita (dieciséis añejos) para un amigo fallecido y me lo creo: pese a la cosa un poco fifí de pop japonés viejuno, hay mucha melancolía y ganas de despedirse celebrando una vida que ha valido la pena. Tristeza alegre o alegría triste, ya saben lo que me gusta ese rango emocional.

Es un acierto gordo, entonces, que Miyazaki la haya escogido para cerrar su última película (‘Kaze Tachinu’, una obra levantada sobre un magnífico verso de Paul Valéry: «le vent se lève, il faut tenter de vivre»), que está llena a reventar de despedidas, tristezas, amarguras pero también optimismo y celebraciones de la vida. Con ella el Maestro cierra una carrera que ha cambiado el cine, y fin. Poca broma hacer de broche final a una trayectoria así.

La elección de Withor

DISCO LAS PALMERAS! – ABSENTA

Se llama Emilio, es sevillano y durante los últimos meses ha sido mi compañero de trabajo. Sin embargo, jamás le he visto la cara y si nos cruzásemos por la calle no nos reconoceríamos. Pese a compartir objetivos (y valores, filosofía y demás mierda corporativa) apenas hablamos durante este tiempo. Y es que Emilio ha sido mi compañero, pero más aún, un completo desconocido. Ya habrán imaginado el culpable de todo esto: el teletrabajo. Maravillas de la condición humana.

Ahora que ya no trabajamos juntos, Emilio ha dejado de ser mi compañero (o, como decían en la corporación, «my buddie») pero ha pasado a ser un conocido. Y he descubierto a un amante de la música, un melómano apasionado, una enciclopedia andante. También he comprobado que le gusta recomendar grupos en función de los gustos de los demás. En mi caso, con apenas dos referencias, ha puesto sobre la mesa un buen puñado de bandas. Como buen samaritano, me veo obligado a compartir la lista con el mundo, por si puedo hacer feliz a alguien: Disco Las Palmeras!, Hi Corea!, Persons, Fantasmage, El Pardo, Trajano, Lüger, Joana Serrat, Partido, I am dive, Deers, Terrier, Todo, Pelo Mono, Furia, Caustic Roll Dave y GAF y la estrella de la muerte.

PD: Por lo visto Emilio no sólo tiene espíritu de recomendador, sino que también compone y el primer disco de su grupo está a punto de salir. Un servidor estará atento al lanzamiento del álbum de este compañero de trabajo que, en realidad, nunca lo fue.

La elección de Raúl

AVIADOR DRO – AMOR INDUSTRIAL

Acabó siendo una potente discográfica pero Aviador Dro (y sus obreros especializados) resultó antes una apreciable anomalía. En los coloristas ochentas, hubo algo más que ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’: un grupo de pop electrónico con arrebatos oscuros. Le deben el nombre a un poema trágico en tres actos del músico futurista Francesco Balilla Pratella. Los miembros usaban nombres de ciencia ficción como pseudónimos. Estos tipos se llamaban Fox cycloide, Biovac N, X o Placa Tumbler, por mucho que detrás estuviera Mario, el calvo de ‘El informal’.

Ahora, tres décadas después, el tiempo no ha jugado demasiado a su favor, pero a mí me hace gracia imaginármelos en las catacumbas de la época, poniéndose muy alemanes, echándole carbón a la ruidosa cadena de montaje o, como el personaje de la fábrica de obleas en ‘El milagro de P. Tinto’, dándole al automático. Ando estos días escuchando lo nuevo de El Columpio Asesino, y no lo veo tan lejano: la repetición constante, el martilleo, más orgánico o menos, como razón de ser de una canción. Y al final, en mitad de esos engranajes, melodías, cosas amables, trance acogedor.

Fascinados por la vanguardia y la estridencia, decían cosas (vaciladas o discurso, ya saben), como que eran el «primer paso hacia el hombre máquina». Me acordé de ellos de refilón visitando una exposición en la última sala del Museo Reina Sofía sobre Val del Omar, llena de ruidos y experimentos audiovisuales que daban algo de miedo (como si fuera la buhardilla de la puta niña Medeiros pero rodeada de monitores parpadeantes y fogonazos). Este ‘Amor industrial’, sin embargo, es bastante más danzarín que todo eso. Me gusta sobre todo esta versión instrumental, que es hasta pegadiza y bailable, con su corazoncito y todo dentro de las máquinas.

“somos el primer paso hacia el hombre máquina”.