Usted, resabiado sujeto, que es un escéptico incurable, de nula creencia, un cínico recalcitrante sin dios ni amo ni patria conocida, sin asideros ni referentes éticos, un pollo libérrimo hijo del viento y la tierra, huérfano de dogmas y biblias, de espíritu incólume y pensamiento autosuficiente, debería saber que por las rendijas de su a priori hercúlea intelectualidad se van a colar estas tres canciones prestas para rellenar su alma y nutrir los huecos de esos cimientos que hasta hoy, sólo hasta hoy, parecían sólidos y ajenos a toda duda estética y moral. 

La elección de V

LA COSTA BRAVA – GWEN STACY

Hoy había charla en el Facebook del amigo Joan Pons a santo de la nueva de Spider-man y lo de Gwen Stacy, que por lo visto ahora es spoiler, misterio sacro y asunto de estado, aunque sea una cosa tan arraigada en el imaginario colectivo que hasta tiene canciones como ésta de La Costa Brava. Resulta que va a ser destripe prohibido decir que el arácnido es huérfano o que, oye, un bicho radioactivo le mete picotazo y le da poderes locos. Spidey es joven, fotógrafo y pringao, vive con su tía May y se le mueren el tío Ben y una más. Si esto, que lleva escrito décadas, no se puede contar con tranquilidad, a lo mejor es que estamos perdiendo el norte con la spoilerfobia.

Va a ser cosa de nuestra manera urgente de consumir la ficción, de esa adicción tonta a las series que tan bien queda para presumir y que nos hace seguir las historias a brochazos, a grandes arcos, con más prisa por descargar antes que nadie que por apreciar los matices que forman las historias. Los seriéfilos han instaurado el pánico a conocer nada del capítulo de ayer, vaya a ser que pierda mérito verlo: el caché está en ver mucho y saber lo que otros no saben. Pues oigan, el Titanic se hunde, Romeo y Julieta mueren, el planeta de Superman revienta y el Hombre Araña pierde a su chica. Gracias a que todos lo sabemos, aunque sea por osmosis cultural, podemos disfrutar de, ¡spoiler!, temazos como éste.

La elección de Withor

EXTREMODURO – DULCE INTRODUCCIÓN AL CAOS

Dicen Los Planetas que con tres o cuatro acordes se puede construir toda una carrera porque no se necesita nada más para componer un buen puñado de canciones. Y no son los únicos que lo piensan. Súmenle a eso que esto de la música ya lleva unos cuantos siglos con el motor en marcha. ¿El resultado? Ser original no es nada sencillo. Ya ni hablamos de innovar. Ya ni pensamos en construir un nuevo estilo.

Curiosamente, hace unas semanas hablaba con Raúl de un hecho asombroso, y es que Extremoduro, con 25 años de carrera a sus espaldas, han creado un nuevo género. Está formado por tres canciones: ‘Dulce introducción al caos’, ‘Desarraigo’ y ‘Locura transitoria’. Las tres tienen en común diversos aspectos. Son la puerta de entrada de un disco de pocas (y largas) canciones, dejan entrever los derroteros que seguirá el álbum, superan los siete minutos de duración, su estructura es similar y son gloriosas (casi siempre la mejor canción del disco). Asimismo, las tres repiten el mismo patrón, ya que son reposadas pero tienen momentos de aceleración que crean un constaste magnífico. Ahora tocará esperar unos añitos para ver si el Robe se anima y suma un cuarto elemento a este triunvirato de temones.

La elección de Raúl

RITA PAVONE  – LA PARTITA DI PALLONE

Aunque somos hijos del marketing de Canal + y la publicidad de los 90, la voz de la Pavone mejora las derivadas: la versión ye-ye de Gelu y Los Mustang, que sirvió para ponerle sintonía castiza y carpetovetónica al lamento de la mujer cuando el hombre se va de casa el domingo a ver el fútbol. Somos básicos, pero es cambiarla al italiano e insuflarle desparpajo y una encantadora ligereza; y pasar de aquella campaña que daba rabia, con efluvios de Parodia Nacional, al tema gracioso, a la comedia transalpina banal. Hasta la instrumentación, en este derroche de agradable canción melódica y coros, suena mejor, tarareable, luminosa, intranscendente. No es nada nuevo: la involución desde el jingle trillado hasta el original suele deparar gratificaciones.

Un conflicto liviano de ‘sitcom’, casi al nivel de ‘Aída’, o de los primeros monólogos, un ramalazo más de la tediosa guerra de sexos, se dignifica a base de años 60, una prefabricación sin complejos (un producto de libro) y el pop más apto para presentar con opciones de victoria a un certamen musical de la época. Le quito el evidente humor de la letra y, en un exceso italiano, me la imagino una canción revolución, ahí intuyendo el drama doméstico, llevando la revelación a las amas de casa escandalizadas, destapando en la puritana Italia la farsa de los domingos por la tarde; o igual hacer mejor como Leslie Nielsen, casi en concepto ‘nogueriano’, para quien la coartada es la infidelidad marital en sí. Que la excusa manifestada sean los cuernos con otra, y ella sospeche que en realidad se está yendo al campo a ver un Nápoles-Salernitana. La idea.