Dos monjes estaban discutiendo acerca de unas recomendaciones musicales. Uno dijo, “La Inercia está recomendando temas”. El otro dijo, “los temas están bastante bien”. Sucedió que el sexto patriarca, Zenón, pasaba justamente por ahí. Él les dijo, “se ha quedado buena tarde”. Luego fueron a merendar y tomar cafés con leche, sabiendo que en sus palabras se encontraba la Verdad.

La elección de Withor

SINIESTRO TOTAL – QUE LES CORTEN LOS HUEVOS

Dicen los gurús del periodismo (sí, ya saben, esos que jamás han pisado una redacción) que uno de los problemas actuales de la profesión es que entre todos hemos transformado la anécdota en noticia y la noticia en anécdota. Otros gurús sostienen, sin embargo, que hay que darle al público lo que pide (el cliente siempre tiene la razón).

Estas dos concepciones, que entran en evidente contradicción, se acaban diluyendo cuando uno (pobre de mí) lleva más de diez horas delante del ordenador, intentado discernir lo que es noticia de lo que es anécdota e intuyendo qué querrá el público.

Honestamente, yo diría que el último rifi-rafe entre Rubalcaba y Rajoy o la nueva utilidad que Mas ha encontrado a la independencia (perdón, soberanía nacional) se sitúan mucho más cerca del concepto anécdota que del de noticia. Y, en cambio, que un hombre haya muerto por comerse unos cuantos quilos de cucarachas vivas o que la vida sexual de la Taylor fuese parecida a la de Rocco Siffredi, pues lo considero bastante noticiable. Y estas últimas son, sin excepción, los textos (sean noticia o anécdota) que más interesan al público.

Todo esto viene a cuento porque me apetecía desde hace un tiempo cagarme un poco en los gurús, sean del campo que sean. Cagarme en la madre de los supuestos expertos, de aquellos que se piensan que lo saben todo, de los que te miran por encima del hombro. Que les corten los huevos. Un pico y una pala para todos ellos, y mi vida sería un poquito menos triste.

La elección de Raúl

THE VELVET UNDERGROUND – I’LL BE YOUR MIRROR

¿Qué pasa? ¿Que andamos con la mollera loca siempre por la música, que nos llega de aquí y de allí? Así es. Me mediatizan los hilos musicales de mi alrededor. Esta semana escuché a Christina Rosenvinge sonar en McDonald’s (ay, el indie, a la conquista del fast food) y llevo años obsesionado con quién hay detrás de lo que se oye en el Parc Central. En ese templo comercial (en la zona común, no en las tiendas) he escuchado canciones muy escondidas en discos pequeñitos, en lo mediático, de Ariel Rot. En un Pans & Company muy céntrico sonó algún track perdido en el quinto disco de ‘El Salmón’, de Calamaro.

En esas aleatoriedades cotidianas que me inquietan y que difuminan las fronteras entre masivo y minoritario, me llegó desde la otra punta de mi casa ‘I’ll be your mirror’, rebotada de algún anuncio de la tele. Una pieza célebre del histórico disco con Nico, aquel de la portada de Andy Warhol, con el plátano. Llegué yo a esta canción mínima (dos minutillos melódicos y dulcillos) por Los Nikis, y entonces, por ese tránsito bastardo, al revés e inaceptable, comprenderán por qué no hago crítica musical en esta página.

Los madrileños tradujeron y pasaron el tema por su batidora de punk descuidada y le amputaron la sensibilidad a esta, la original, escrita por Lou Reed para la delicadez vocal de Nico. Y a lo que iba: que el pasillo de mi casa, entre el sonido de concursos de televisión de por la tarde que veían mis padres en el otro extremo, me ha devuelto la canción en un spot (creo) y me ha llevado a enredarme un rato, de paso, en la Velvet. Todo ello, fruto de los sonidos azarosos, de las insustanciales alegrías de lo impredecible.

La elección de V the Wanderer

JUANITO VALDERRAMA – EL TIEMPO HACE PEQUEÑO

Me reía de Juanito Valderrama acurrucado junto a mi abuelo, al calor de la copa que nos protegía del invierno. Dice mi memoria, perezosa y poco fiable, que fue durante alguna navidad de mi infancia. Ya entonces la figura menuda del cantor, su voz aflautada y el sombrero cordobés que lo coronaba me parecían una parodia, un anacronismo que se extinguía sin que nadie tuviera la decencia de decírselo. A mi abuelo le divertían mis burlas y las alentaba cada vez que el sevillano llenaba minutos en Canal Sur.

Era un tipo fuerte y rudo, mi abuelo. «Me moriré cuando yo quiera», decía. Bramaba con fuerza y maldecía a la mínima, como si el taco fuera adjetivo imprescindible en cualquier gramática de bien. Lucía tatuajes y cicatrices con orgullo, «mira, ésta es tu abuela de joven; mira, este tendón me lo cortó una motosierra», apartando una fragilidad que año tras año se fue haciendo más evidente en su mirada. Cuando estábamos lejos (casi siempre) jamás se ponía al teléfono salvo si era yo quien estaba al otro lado.

La última vez que lo vi, lloraba quedamente y con dignidad junto a la misma copa de tantos inviernos atrás. Me hablaba de su trabajo, de sus proezas, de lo que él había sido y ya nunca volvería a ser. Se despedía sin decirlo de mí, pero también de sí mismo. «Con lo que yo he sido», repetía, «con lo que yo he sido»; el último consuelo de los que saben que pronto dejarán de ser. El tiempo hacía pequeños sus recuerdos y los míos, le hacía pequeño a él mismo. Cuando mi abuelo murió, todavía no quería hacerlo.

Juanito Valderrama – El Tiempo Hace Pequeño