Se dice que en este mismo lugar, hace muchos años, un grupo de jóvenes tentó al diablo y recomendó tres temazos de bien. Fue una noche de luna llena y nunca más se supo de ellos. Aún hoy, al caer el sol, puede oírse el eco de sus gritos alabando estas canciones buenísimas.

La elección de V the Wanderer

 BUNBURY – EL CIELO ESTÁ DENTRO DE MÍ

Sirva de aviso o ilustración: yo, bunburista convencido, me he tomado mis buenos cinco meses en escuchar su último trabajo, ‘Licenciado Cantinas’. Y aún no he visto el mediometraje. Si no estoy al día ni con mis fidelidades, ¿cómo carallo me piden que conozca la última chorrada indie que lo está petando durante estos cinco minutos?

He tardado tal vez por saturación, por algo de desgana con el disco anterior (‘Las consecuencias’ aún no me dice mucho), por prejuicios con eso de «disco de versiones» o por vayan ustedes a saber qué. El caso es que me lo enchufo ahora, azares del Spotify, y descubro un par de bombas bien colocadas, potencia, sentimiento, flexibilidad y veteranía. ‘El mar, el cielo y tú’, ‘Chacarera de un triste’, ‘Ódiame’, ‘El solitario’ o ‘El día de mi suerte’ son todo turbulencia y pasión sudamericana y sí, todo Bunbury.

Por encima de todas ellas me enamora ‘El cielo está dentro de mí’: poética, atmosférica, triste, magnética, cargada de crudeza y soledad. Las mismas que el maño ya desplegó en imprescindibles como ‘Canto (el mismo dolor)’, ‘El tiempo de las cerezas’ o, venga otra versión, ‘El jinete’. La asombrosa armónica de blues de Charlie Musselwhite acompaña a una interpretación bien padre, que se crece acertadamente al declamar sentenciones como «el cielo está dentro de uno pero el infierno también». Contundente, devastadora y electrizante: lo dicho, todo Bunbury.

(Punto paramusical extra: la original es de Atahualpa Yupanqui, que no me pregunten quién es pero tiene el mejor nombre que he visto en años.)

La elección de Raúl

LA OREJA DE VAN GOGH – PUEDE SER

En la puerta del Simago (luego Champion, después Carrefour Express, ahora qué sé yo) deposité la botella de J&B con un pelín más de fuerza de la deseable, de forma que se produjo en el culo una pequeñísima fisura por la que fluyó todo el whisky. Hasta la última gota. Catástrofe grande. Activemos el ostiasyajodercat. Adri y yo, que en pocos minutos debíamos coger un tren hacia nuestro primer concierto de Nacho Vegas, veíamos la escena impotentes, mientras el líquido escocés circulaba por las baldosas de la calle peatonal. Más tarde, ya después de la Sala Bikini, entrada la madrugada, llamamos desde casa a Telebotella, esa empresa de Barcelona que te suministra algo de alcohol a domicilio, pero ya entonces, muchísimo antes de la crisis, la compañía de marras (¡el otro día un compañero de trabajo la nombró!) parecía más quebrada que el propio vidrio verde de Justerini & Brooks.

Pese al desastre inicial de aquella tarde y a que el plan B no surtió o quizás precisamente por todo eso, la noche acabó en un karaoke cantando este baladón pastel con mucho colesterol. Para acabar de disparar la diabetes cuenta con la colaboración de Dani Martín, de El Canto del Loco, así que el llamamiento al optimismo florecido desde la desazón sentimental (¡topicazo!) que es este tema tiene sonrojante agravante. Y atenuante: quiero pensar que al final el alcohol no nos faltó, sino de qué íbamos nosotros a cantar esto en público, por muy barcelonés que fuera. O si realmente estábamos sobrios, nuestro único objetivo (muy universal y humano, como el de todo prójimo que se ponga delante de un micrófono a ciertas horas de la noche) era destrozar esta hermosísima canción, señor juez.

La elección de Withor

THE TRIANGLES – APPLEJACK

Un profesor de Publicidad de nombre ya olvidado y con pinta de monaguillo nos decía que el mayor logro que puedo conseguir una marca consiste en que un producto acabe siendo conocido por el nombre de esa misma marca  (Kleeneex, Cacaolat). Igualo y elevo la apuesta. El hito superior debe ser que algo que afecta a millones de personas acabe dependiendo de una marca. Sin ir más lejos, la llegada del verano.

Hoy ha hecho una calda agostiana y seguro que más de uno ha dicho, en plan graciosillo: ‘Si, hace calor, pero el verano no llega oficialmente hasta que sale el anuncio de Estrella Damm’. Y la marca de cerveza lo ha conseguido en tan solo cuatro años. La clave del éxito es simple: anuncios bien rodados, paisajes bonitos, historias estúpidas y tías y tíos buenos enseñando carnaza. Y la guinda del pastel, una de aquellas canciones que a todo el mundo le gustan, que suenan tan bien, son tan simples, te hacen pensar tan poco, que es imposible resistirse a tararearlas y levantar el brazo excitado cuando suena en la discoteca de turno.

Canciones que, una vez acabado el verano, están muertas. ¿Alguna excepción? En mi caso, la de The Triangles. ¿Motivos? Ninguno en particular. Eso sí, hasta hoy, que ha llegado la calda agostiana, llevaba un año completamente olvidada. Pero otro verano más, tendrá una nueva oportunidad. De momento, se resiste a ser condenada al ostracismo más sangrante.