Es diciembre. Se acaba el año y llega, como quién no quiere la cosa, el megapuente de la Constitución. Unos piensan en esquiar o emborracharse como locos, y otros en devorar el menú cinematográfico que ofrece el REC, el festival internacional de cine de Tarragona dedicado a las óperas primas. Aunque, como leerán más adelante, séptimo arte y copas no están para nada reñidos. Son hermanos gemelos. Soltada la digresión inicial para hacer el texto más digerible, pasemos directamente al relato experiencial de cinco días de insufrible exposición a la pantalla de l’Antiga Audiencia. Si aún siguen leyendo, aquí va una breve guía de película visionadas en el REC 2015.

El ball del vetlatori

Fuera de concurso, la cinta de Marc Sempere resulta definitoria de las aspiraciones autorales del REC, siempre entre las aguas del nuevo descubrimiento que lo petará (recuerden el Searching for sugar man) y la extrañeza que se quedará en eso, encerrada en un armario para siempre. El ball del vetlatori era un ritual que se celebraba en el Mediterráneo cuando moría un niño; los padres y su comunidad velaban por el cuerpo presente de la criatura cantando y bailando toda la noche. No crean que la película, totalmente ficción pero con unos trazos narrativos de documental, es un festival padre de la muerte. Más bien es un relato bien construido, desde un punto de vista estético, pero no tanto de guion. La película, inspirada en un poema de Vicent Andrés Estellés, forma parte de un proyecto más amplio que apuesta por la transmedialidad, y que intenta poner en valor las tradiciones y la identidad. Pero más allá de eso, su conflicto no está bien planteado, mejor hubiera sido apostar por el género documental que la ficción. Hay momentos y personajes muy bien encontrados, pero otros en que la narración transcurre tediosa. Ni mal, ni bien.

Kalo Photi

Una de las virtudes del REC es proyectar films de países con escasa industria cinematográfica. Kalo Photi, del nepalí Min Bahadur Bham, es un claro ejemplo. La película, centrada en dos niños de castas y religiones diferentes, exprime en un primer tramo la belleza del paisaje montañoso del Himalaya, con escenas costumbristas y personajes que parecen introducidos con calzador. Reconozco que puede costar entrar en la narración, especialmente, para aquellos que no han percibido en directo la belleza del Annapurna (¡No es mi caso, por suerte!), pero el valor de Khalo Photi crece exponencialmente a medida que se explica de forma pormenorizada el conflicto de los protagonistas, encerrados en un mundo absurdo, que impide la evolución natural del ser humano. La metáfora de la gallina negra (khalo pothi en nepalí) resulta excelente como cierre del film. Un punto positivo.

Las amigas de Ágata

Esta es la historia de unas pijas de Barcelona que machacan a los tíos por su insuficiencia sexual y emocional y que prefieren no acampar en Montjuic para disfrutar de un picnic porque «la hierba está llena de hormigas». Vamos, tenía toda la pinta para ser un excremento moderno. Pero no. Hasta el más chabacano se sorprendió con la cantidad de burradas que espetan las cuatro féminas en la película. Además, el conflicto de la protagonista se recrudece y se potencia su distanciamiento hacia el mundo pijo representado, mayormente naif y superficial. ¿Se puede reducir la vida de unas universitarias a salir de fiesta, emborracharse, hablar por el WhatsApp, jugar a aplicaciones del móvil y ponerse en modo existencialista en unas escaleras a las 5 de la mañana? Sí y no. Lo que se puede hacer, y ahí reside la virtud de Las amigas de Ágata, es representarlo de forma complaciente, y de repente, reventarlo todo. La película es un trabajo final de carrera, de Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius i Marta Verheyen, y cuenta con el asesoramiento, entre otros, de Isaki Lacuesta y Elías León Siminiani. Segundo punto positivo.

Son of Saul

Vale, aceptamos que el punto de vista dado por László Nemes es original. La cámara se sitúa en el cogote del protagonista y más que mostrar la barbarie, la sugiere. De hecho, la primera escena es brutal: el exterminio de un grupo de judíos en un campo de concentración, desde las entrañas del mismo, narrado sólo a través del sonido y las reacciones de Géza Röhrig, que interpreta a un superviviente del Holocausto que estaba implicado, como muchos otros, en la maquinaria nazi. Recoger los cuerpos tras la cámara de gas o distribuir a los trabajadores eran algunas de sus funciones. En un primer momento, la película impacta, pero a medida que van pasando los minutos y los días, uno se va olvidando de la historia. ¿Por qué? Pues porque el cine ya nos ha hablado una y mil veces sobre el Holocausto, y lo sigue haciendo como si lo vivido aún tuviera que reivindicarse en la opinión pública. Si quieren ver una película excelente que habla sobre las consecuencias del nazismo en Polonia, les recomiendo Poklosie.

Los héroes del mal

La cinta dirigida por Zoe Berriatúa es, sin duda, la más polémica del REC 2015. No sólo por el tema tratado, la adolescencia atormentada, sino por la dureza con que lo hace. La cosa empieza con unos protagonistas que se aficionan a las pillerías y la delincuencia y acaba con los mismos enganchados a las drogas y en la más absoluta locura (al menos, uno de ellos). El principal problema de Los héroes del mal radica en el cambio de tono que se produce en su mitad: la cámara deja de ser condescendiente con las actuaciones de los adolescentes para mostrar una realidad personal muy concreta. Un giro que el espectador debe aceptar para que la película sea creíble. También se echa en falta que haya un retrato más profundo de la realidad social de cada adolescente y del background en su hogar, un hecho que ayudaría a entender la transformación de la película. No obstante, es un film valiente y consecuente, que tiene un gran valor si se compara con otras representaciones estereotipadas del mundo teenager. Un tercer punto positivo.

Viaje

Viaje iniciático de dos jóvenes que se conocen en una fiesta. Planos de flores bonitas en un campo. Sonrisas impostadas. Diálogos superficiales sobre la vida. Personajes odiosos. Son los ingredientes de la que fue, sin duda, la película más nefasta del REC 2015. Paz Fábrega nos regala un recipiente bien adornado (¿por qué el blanco y negro?) pero que al abrirlo se descubre cómo una auténtica imbecilidad vacía. ¿Qué nos quiere contar la directora? ¿Que dos personas pueden aislarse del mundo que les rodea y tontear eternamente hasta encontrar el amor verdadero? ¿Que rodearse de naturaleza armoniza nuestra alma? ¿Que vivimos demasiado estresados? Viaje es una amalgama de situaciones inconexas con dos protagonistas que aparecen de la nada y siguen en ella durante 71 minutos. Mejora algo en el tramo final, cuando se descubre las intenciones de los jóvenes, pero el daño es ya irreparable.

Don’t look at me that way

Y de la peor película del REC, a la mejor, con bastante diferencia. Sorprende gratamente que Dont look at me that way sea el proyecto de una estudiante de cine recién licenciada, la alemana-mongol Uisenma Borchu, y que se haya financiado con tan sólo 17.000 dólares. Grabada en vídeo digital de alta definición, la película se hace grande al descubrir el poder humano que encarna la protagonista, interpretada por la propia directora. Sin ton ni son, como quién no quiere la cosa, Iva se enamora locamente de su vecina de 5 años y acaba por hacer añicos a su familia. Las escenas de la película discurren entre lo grotesco y lo dramático. De un plano de ella fumando con cara de póker mientras un macho la penetra por la puerta de atrás pasamos a otro en que consuela a la madre de su pequeña vecina, atormentada por sus inseguridades. Dont look at me that way enamora también por su escasa complacencia hacia los personajes y por un tono semidocumental que aporta crudeza a la narración. Cuarto punto positivo.

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No pensaran que les iba a poner el plano del polvete

 In the crosswind

Desde un punto de vista formal, la cinta dirigida por Martti Helde es la más innovadora de las visionadas en el REC 2015. Bajo la temática de un nuevo Holocausto, en este caso, el de los rusos contra estonios, letonios y lituanos, tras la Segunda Guerra Mundial, In the crosswind es un relato congelado de la felicidad, separación y muerte de un familia feliz. ¿Por qué digo congelado? Pues porque está narrado casi en su totalidad a través de 21 escenas fotográficas, sin movimiento de los personajes pero sí de la cámara, que realiza planos secuencia muy bien orquestados. El sonido es el arma perfecta de Helde para explicarnos la dureza de una separación familiar y la posterior explotación en los campos de Siberia. Algunas de las imágenes son de una belleza extrema, aunque si es cierto que una vez visto el ‘truco’ varias veces, la cinta se hace más previsible. In the crosswind, es de nuevo, un trabajo estudiantil, que radica su mérito en impactar a través de la estética. Quinto punto positivo.

As I open my eyes

La directora Leyla Bouzid huye de los artificios formales descritos con anterioridad para tejer un relato honesto, duro y directo. Unos meses antes de la revolución tunecina, en verano de 2010, la adolescente Farah está absorbida por un grupo de rock alternativo y subversivo, crítico con el régimen y su discriminación de género. Su familia, en cambio, apuesta por la tradición y aspira que la chica estudie medicina. ¿Puede una adolescente de 17 años expresarse libremente en un país como Túnez? La respuesta de Bouzid es ciertamente descorazonadora. La represión gubernamental y policial para imponer una conducta es execrable. El tema, pues, resulta amable para el espectador, en tanto que se identifica rápidamente con la chavala y sus aspiraciones de libertad. Sin embargo, el aspecto más destacado de la película es la música, creada por el propio grupo de rock alternativo. Una delicia. Sexto punto positivo.

 

La fiesta

Finaliza esta guía de películas del REC 2015, con la duda de saber si Siembra, de Ángela Osorio y Santiago Lozano, es merecedora del primer premio del jurado. Disculparán al firmante porque fue de las pocas cintas que no pudo visionar, aunque de bien seguro que goza de paralelismo con la ganadora del año pasado, Los Hongos, de los mismos productores. No estaba mal, pero tampoco era la ostia (por hablar mal). Será que el REC tiene negocios escondidos en Colombia… Y se preguntarán, si han llegado a leer hasta aquí, qué ha sido de la fiesta anunciada en la introducción: pues nada, que el sábado después de visionar unas cuántas películas me arrastraron a tomar unas copas, con los miembros del jurado, la organización e invitados. La cosa iba a acabar prontico, pero se alargó hasta las 7 de la mañana. Eso impidió a mi cuerpo estar presente en la tradicional Nit Bizarra del domingo. La locura diurna del REC es inversamente proporcional a la nocturna.