A veces desempolvo el Nero. Es mi concesión a la anacronía en mi ordenador, junto con el Winamp, que habilito de higos a brevas, no por homenaje arqueológico sino por necesidad; igual que los aeropuertos, que aún siguen usandos disquetes, ellos dicen que por utilidad pero se sabe que es por hacer la gracia hipster, por un rapto vintage. Casi siempre que abro el Nero es porque viene mi primo a que le grabe un CD. Esas cosas aún pasan y reconfortan. Tienen algo de rescate, de salvación: viene mi primo con la misma urgencia con que me podría pedir dinero para resolver un ajuste de cuentas, o una partida con la tragaperras calentita.

Mi primo siempre está viniendo, y con ello uno puede trazar su (y nuestro) diario vital: antes me traía en VHS los mejores goles de la semana de la liga argentina o se asomaba, como con un tesoro, con la última sesión (última de verdad, el día, ya por la mañana, del cierre) de la P-16, un after en un polígono, y no parodio. Su visita es un cable a tierra, un enganche con el pasado, un anclaje en el barrio, un saber que nada cambia, que todo sigue en orden, pese a que hasta mi primo, pataliebre en tiempos y ahora incluso runner, también haya asentado la cabeza, aunque eso ya no sea mérito.

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Cuando viene tengo que pensar en si me quedan CDs vacíos, pero también en cosas tan básicas como si mi ordenador disponía de grabador de DVD o en si lo va querer en audio o en mp3. Mi primo, lego en nubes, streaming y top manta, conserva el raro hábito de la copia pirata doméstica. ¿Qué ‘burnea’ ahora mi Nero?. Lo último es una sesión de, no me atrevo a apuntar subgénero, digamos que ‘máquina’, house del ala dura que siempre arranca a saco, ‘in media res’; hora y pico de zapatilla acompañada, en el track final, con ‘Llámalo amor’, flamenco a pachas entre El Pele y Vicente Amigo. Si el Nero tuviera el clip tocahuevos del word me habría llamado la atención por tan obsceno eclecticismo. Ahora entenderán que haya que espaciar las grabaciones, para que el programa se recupere durante un par de meses, noqueado, convalesciente de la afrenta musical.

Mi primo tiene hipoteca, corre, ha dejado de fumar y sólo bebe el viernes. Se redime de todo eso con sus viejas liturgias: trae a mi casa compilaciones como LaLeche!, las Matineé Summer Sessions o los cierres de Amnesia, musicales desfasados y muy ibicencos. A mí, y aquí ya fabulo, me gusta verme como a un viejo ramplón que sólo escucha a Sabina y Nick Drake y que se escandaliza con esos nombres, con esas moderneces. O quizás, lo que me gusta, es ver a mi primo como siempre, respetando su educación de Level 0, aunque no sepa muy bien quiénes son André Vicenzzo o Richie Hawtin. Lo que me satisface, en el fondo, es verle fiel a los clásicos que le formaron y, sobre todo, ajeno al electrolatino.

Tres canciones, 285. La elección de Raúl

TAITO TIKARO & LYDIA SANZ – LALECHE 2015 COMPILATION