Ponga un niño en su coro. Lo aplica cada vez más Nacho Vegas. Lo bordaron Niños Mutantes con sublime resultado. O Chucho. Lo hicieron con histórico saldo Pink Floyd. Ahora, casi 30 años después de que un grupo de críos cantara en ‘Another brick on the wall’, aquellos simpáticos chiquillos son ahora gentuza chunga y periférica de Nueva York que reclaman derechos de autor para financiarse sus picos de caballo.

Acepto todo eso. La virginal tonalidad y el toque de pederastia de una coral infantil resta solemnidad y suma tragicomedia e ironía a las canciones. Mola. Acepto, en un irrepetible acto de tolerancia, a las bandas púberes (Jonas Brother, Los Caños, Los Piston), que también son de dios, pero tiemblo ante un niño de ocho años que se sube a un escenario, tiemblo ante Canal Sur y tiemblo ante una abuela predispuesta a ablandarse y estallar en sollozos en el palco.

Michael Jackson y Joselito fueron niños prodigio. También Mozart y Marisol. También Jordy. Esta estrella francesa de cuatro años alcanzó inéditas cotas de repelencia en los 90. ¿Hay algo peor que un niño balbuceando sílabas con chulería, como creyéndoselo? Sí, que lo haga en francés, que baile con gorra, cual rapero, que componga las canciones, que triunfe en España y que goce de la fama catódica suficiente para que la ciudadanía, en sutil despiste, se descubra a sí misma tarareando. Y que no haya un francotirador en una terraza próxima. El criajo vendió más de diez millones de copias y arrasó con el tema ‘Dur dur d’être bébe’ (“Es difícil ser bebé”, toma ya el tormento).

«Es difícil ser bebé», sí, pero peor sería ser Jordy

Más difícil es ser un muñeco roto, acabar participando en campañas políticas y, en esencia, seguir ligado a la música. El tal Jordy Lemoine toca la batería y pincha techno. También hace judo, danza y mountain bike. También supera una adolescencia turbia marcada por el divorcio de sus padres, encausados por la explotación de la criatura. Jordy tuvo que afrontar una gira mundial con cinco años y su nombre puesto a La Granja, un parque de atracciones en su honor, hasta que el gobierno francés dijo que ya estaba bien del circo. Se clausuró el parque temático y retiraron la custodia a los padres. Jordy, ya emancipado, participa ahora en realitys. Es difícil ser ex niño prodigio.

La televisión es aquí más opio del pueblo que nunca. ‘Bravo Bravísimo’ y ‘Hablando se entiende la basca’, artefactos de la Telecinco más italiana y mamachichera, impulsaron en plenos 90 la carrera de Rayito, un gitanillo de endiablada técnica a la guitarra española. Cobijaron su éxito Teresa Rabal o Jesús Vázquez, hasta que llegó la decadencia (todos los artistas tienen un bajón a los nueve años). Se le vio por última vez, ya crecido y resabiado, grabando todas las guitarras flamencas en el primer disco de David Bisbal.

Más reciente es el extraño caso de Raulito, nuestro Ziggy Stardust de la ranchera. Al amparo de Rosa León (¡el daño que ha hecho esta tipa a la explotación infantil musical!), el crío saltó a la palestra versionando ‘Aserejé o ‘Que la detengan’, metiéndole mano a José Alfredo Jiménez y calzándose con impunidad ‘Yo, el rey’, motivos suficientes para dejarle un sábado de invierno a la medianoche a las puertas del pub Arny. Raulito rescató el concepto de niño-prodigio-artista-total. Ni el cine se le resistió: junto a Juan Luis Galiardo rodó la película ‘Franky Banderas’.

Raulito. Pónganse babero las abuelas de la primera fila

Estos niños triunfan (es un decir) por la única virtud de ser niños. Luego, el vacío. Melody, apadrinada por el Fary, llenó las discotecas con el baile del gorila pero se diluyó hasta el ostracismo cuando se adentró en la edad del pavo. El mismo camino lleva María Isabel, hace poco bañada en el éxito con aquel pelotazo eurovisivo de ‘Antes muerta que sencilla’ pero ahora desaparecida, quizás devorada por la nostalgia o la crisis de los 14 en cualquier clase de la Eso.

Otra vez, la televisión, aliada de estos experimentos. Demasiados ejemplos para tan pocas balas. Eurovisión Júnior. Menudas estrellas. El programa de María del Monte. El programa de Juan y Medio. Sergio, el niño que le cantó a su madre en Eurovisión. María, la niña del pompón. Santa Justa Klan, la ‘children band’ de Los Serrano. Bom Bom Chip. Onda (sin hache) Vaselina. Esto es España, resumida esta vez en un primer plano de una abuela (señoras que) con los ojos vidriosos y kleenex en la mano, desmoronándose ante la actuación del nieto, porque hay que ver lo bien que imita este chiquillo a Manolo Escobar; y luego, hay que ver lo injusta que es la fama, hay que ver lo malas que son las drogas o, en el peor de los casos, hay que ver lo que desprestigia acabar en la Parodia Nacional.

Hay que ver las ganas de matar que me ha dado este artículo.

raúl