Hay que ser fans de Javier Solano. Llegamos tarde, porque ya tiene hasta grupo de facebook con seguidores. Ser fans de Javier Solano, además de fácil, es como serlo también de Pedro González, aquel malogrado comentarista de Televisión Española en el Tour de Francia. O admirar a José Luis Uribarri. En esos perfiles la especialización periodística, un lujo cada vez más exclusivo, alcanza cotas de esplendor. Javier Solano es el comentarista más popular y experto del encierro de San Fermín. Acumula 25 años poniéndole a esa astracanada una voz nada engolada, a diferencia de los locutores taurinos al uso: lo suyo es una cadencia suave, pausada, tranquila, con la didáctica de un profesor.

Mucho antes de la edad de cualquier posicionamiento moral, me vi de crío levantándome a las 7.45 horas de la mañana para seguir por la tele el encierro de San Fermín. Allí estaba él, como no podía ser de otra manera, insuflándole literatura y relato a lo que, según se mire, podía reducirse a una panda de borrachos corriendo delante de un toro, pero tampoco elevando la historia a una sublimación de la vida ni a un trasunto del arte. Ser célebre por retransmitir un evento durante 20 minutos diez días al año sólo es equiparable al raro caso de los Reyes Magos.

El tal Solano es capaz de reconocer, por la vestimenta, a los corredores habituales del encierro entre el tumulto de turistas y extranjeros en el recorrido. Explica qué es una carrera limpia, lo que no se debe hacer nunca en la curva de Mercaderes, cómo se dividen los mozos en la Estafeta, lo difícil que es entrar en el callejón sin tropezar, por qué hay que andar con ojo con la ganadería de Cebada Gago o quiénes fueron Antioquio y Semillero (los dos únicos toros que mataron a dos personas en el mismo encierro). A eso añádanle su enciclopedismo, su imbatible background, y obtendrán a un comentarista de casta y valiosísimo, casi una reliquia periodística.

*A:  ZALDUA- FOTO DIGITAL- *F:   09/07/2004 *P:    JAVIER SOLANO *L: PAMPLONA *T: JAVIER SOLANO COMENTARISTA TVE

A mí, antes que los toros, el encierro, el morbo del peligro o las liturgias, me gusta la retransmisión propiamente dicha y, aunque suene a chiste, más la repetición de la carrera que el directo. Solano deja el primer encierro en silencio, sin hablar, como en uno de esos partidos de fútbol a puerta cerrada en los que sólo se oyen chasquidos, resbalones, golpes y algún grito. Es en el replay cuando se analizan a fondo los detalles en ese viaje al urbanismo del casco viejo de Pamplona: ese morlaco derrapando y acorralando a alguien en un portal, el mozo zarandeado en un rincón unos metros hacia arriba por un bichaco o el agobio en una montonera inhumana en el acceso a la plaza de toros.

Javier le pone verbo sosegado a esa locura urbana de tres minutos y, claro está, maldice la temeridad, la ignorancia y la masificación. Puede hablar tranquilamente de riesgo de colapso y de morir de éxito, de que cualquier mañana mueran cinco y se reabra debate. A veces se abandona en la nostalgia y en un deje conservador que le hace lamentar al corredor de parque temático y echar de menos al cauto y con miedo, ese que se prepara atléticamente a conciencia y no toca los huevos ni al toro ni a los demás. Para Solano, las carreras más brillantes y sensatas duran apenas unos segundos y son un sprint ajustado y en paralelo con el animal, a unos centímetros, pero sin tocar nunca, en una finta pulcra, elegante y peligrosa.

Solano es pedagógico y reniega también del espectáculo. En alguna ocasión ha discrepado con Televisión Española cuando la cadena ha apostado más por el circo, las variedades y el famoseo que por el encierro en sí. El desencuentro le llevó a estar lejos de los micrófonos tres años. No tardó en echársele de menos. La Asociación de Corredores, Aficionados y Recortadores de Toros de España (sí, existe algo así, sí) ante la «escasa preparación taurina y taurófila de los informadores y reporteros», pidió a los responsables de TVE que contrataran redactores especializados. Javier volvió después, y aún sigue como referencia, poniéndole al encierro una voz cuerda y académica.

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SAN FERMIN – SONSICK