Hace unos (muchos) días tuvo lugar en Tarragona la segunda edición del Festival Gea, y La Inercia no estuvo allí. Lamentable, ya. Una flamante acreditación a nuestro nombre (¡la primera!) se quedó esperando en la taquilla, junto a las muchas promesas que le hice a la amiga Sara de que cubriríamos, a nuestra manera, el evento. Compensemos.

Esto es lo que tenía pensado hacer: plantarme en todos los conciertos, disfrutar de Bigott, The Wave Pictures, Lydia Lunch y demases, charlar un rato con Sara y Salva, observarles padecer para que nada fallase y cascarme una oda al organizador en la sombra. Agradecer «a la gente que hace posible…», e te ce, e te ce. Sería un bonito artículo.

Es que se lo merecen. Recuerdo a Sara, durante el último Dixieland, correr agitada de un lado a otro. Nos cruzamos en el magnífico vivo de Am Ketenes y me dictó el programa de arriba abajo, de memoria. Y así cada vez que me la encuentro, con su pelo cambiante y su folleto de ‘Tarragona en viu’ en la mano. «Viene éste, el otro nos ha dejado colgados, queremos traer a ése tercero».

Le comento a Raúl mi idea para el artículo y me habla de aquella vez que entrevistó a Salva (otra pata, junto a Sara, de la Asociación Tren-K) y le defendió los conciertos como lugar de aprendizaje para músicos. Los que tocan arriba y los que observan abajo. Me encanta la perspectiva y descubro una nueva labor en la organización de conciertos. Aún así, Raúl duda de que pueda asistir al festival.

Tampoco podrá venir Enrique, convertido ya en inercio oficial. Pienso en el concierto de Yann Tiersen en Reus que montaron desde su medio (ReusDigital); de cuya organización fuimos testigos indirectos y al que tampoco fuimos. Un currazo de meses, que salió redondo.

Llamo a Galo y a Elías, dos cracks que pululan por el festival con sus cámaras, dando fe de todo en una suerte de notariado audiovisual. Me dicen que la cosa funciona, hablan bien de lo que han visto hasta el momento y me regañan, sin demasiado esfuerzo, por no acercarme.

Cuánto entusiasmo, cuánta inversión. Me vienen a la memoria la imagen de Gonzo pinchando en la Sala Zero, las de aquella vez en que Enrique, mi hermana y yo curramos de ayudantes de producción en ese otro festival, la de Miguel Alberto sufriendo en el backstage del Festival Chartreuse.

Caras y momentos que se esconden tras la pregunta de siempre, «¿esto quién lo monta?», que la mayoría de las veces hacemos sólo en busca de acreditaciones. Esfuerzos, sufrimientos, recompensas: la humilde épica de estos parientes lejanos de Gay Mercader. No fuimos al festival, qué hostias, pero no es motivo para ahorrarnos este aplauso.

Gracias, pues, a los que montan esto.

V the Wanderer

Post scriptum.

Por si alguno se hace la pregunta del título respecto a este blog, ahí va esta presentación tardía, este ‘about’ perdido:

‘La Inercia’ lo monta un grupo de amigos que comparten camino desde la universidad, unos zumbados melómanos con mucho amor al arte y poco tiempo libre. Raúl Cosano, Adrián Muñoz y Enrique Canovaca, alegres periodistos, y este no menos alegre y estresado juntaletras, Víctor Navarro. Para servirles a ustedes.

El otro día, dando una clase de blogging, una alumna afirmó, intrigada: «no sé cómo la gente dedica tanto tiempo a eso de los blogs, con qué recompensa». La Inercia nació hace un año (aunque no empezamos a llenarlo de contenido hasta un tiempo después), y nos ha dado un espacio en el que explorar y compartir con ustedes nuestra pasión por la música, en el que vaciar ideas y apuestas con la mejor de las libertades. Me parece recompensa suficiente.

Y si ustedes lo están pasando bien, eso es lo que importa, ¿no?