Si decides salir de la casa lúgubre saltando a la comba y meterte en el lago lleno de monstruos, pasa a la página 64. Si enciendes la chimenea y te sientas a esperar, salta a la página 24. Si no, no. Si deseas subir a lo alto de la colina para esperar a Mary Joe Fernández, regresa a la página 2. Si quieres pasar un fin de semana mucho más que correcto, échale un ojo clínico a estas tres recomendaciones. Fin.

La elección de V the Wanderer

KYU SAKAMOTO – 上を向いて歩こう(SUKIYAKI)

Tiene swing, desparpajo y unas buenas paladas de melancolía aceptada, modesta, de esa que me conquista a la primera. La descubro en ‘From up on poppy hill’, la última del Studio Ghibli, y me enamoro al momento. De la canción y de la película, claro, aunque ambas se entretejen en un sólo lugar en mi cabeza, creando algo más fuerte que la suma de las partes.

Un viaje a la Wikipedia me regala toneladas de trivia curioso y paramusicalidad: fue el primer (y, hasta ahora, único) tema en llegar al número 1 en la Billboard Pop Charts estadounidense. El título original, ‘Ue o muite arukō‘, se traduce como ‘Camino mirando arriba’, pero se consideró demasiado difícil de pronunciar y se cambió por ‘Sukiyaki’, ¡un plato de comida! El creador, Kyu Sakamoto, compuso el tema de unos Juegos Paralímpicos, fue uno de los fundadores de Honda y de Toshiba y tiene un asteroide bautizado en su honor. Pertenece, además, al selecto y funesto club de músicos fallecidos en accidente de avión.

Tanta anécdota no hace sino enriquecer y colorear ese contexto del Japón post-post-guerra, un lugar que perseguía y conquistaba un futuro incierto con ímpetu y añoranza. Y con eso, vuelvo a pensar en aquello de que las cintas de Ghibli son lugares habitables, espacios cautivadores de los que esta colina de las amapolas ya forma parte. Enchufo al bueno de Sakamoto una vez más y me dispongo a hacerle una visita relámpago.

La elección de Withor

TWIN SHADOW – FIVE SECONDS

Desde hace un tiempo me he dado cuenta de que no sé nada sobre los nuevos grupos que escucho. Y no me refiero a datos biográficos relativamente triviales como la nacionalidad o bandas anteriores, sino a aspectos fundamentales tales como el nombre del líder o el número de componentes (y por supuesto, con que instrumento se desenvuelve cada uno de ellos).

Hubo un tiempo (sí, me pondré nostálgico otra vez) en el que yo era una especie de enciclopedia con patas y podía recitar de carrerilla el número de miembros, nombres y apellidos, nacionalidad, discografía, bandas anteriores, anecdotario, etc. de los grupos que me gustaban. Lo consideraba necesario. Casi una obligación. Conocer el contexto para disfrutar más de la música.

Huelga decir que con la cantidad de grupos nuevos que se descubren diariamente en esta era digital y dospuntocero, conocer -aunque sea- el primer párrafo de la Wikipedia de estos artistas es una quimera. Por eso, de vez en cuando, me gusta curiosear, en un ejercicio casi voyeurístico, la vida de las personas que ahora forman parte de la mía a través de su música. Pero ya no se trata de un ejercicio de contextualización. Es algo más mundano e intrascendente, mucho más acorde con los tiempos que corren.

La elección de Raúl

ISTOCHNIKOV – NANA DEL HIJO NO DESEADO

No sabía yo que el astronauta Ivan Istochnikov tenía historia. Wikipedio un poco para dar unos trazos: fue un coronel de la nave Soyuz 2 que desapareció en una misión hace tres décadas. En 1968, en plena carrera espacial, viajaba con un perrillo en su nave y ambos recibieron el impacto de un meteorito. Las autoridades soviéticas, tan transparentes ellas, borraron su nombre de la faz de la tierra para camuflar el fracaso del proyecto: dijeron que el módulo no iba tripulado. Antes de que Iker Jiménez rescatara la historia en un sonrojante capítulo (se tragó como verdadera una sesión de fotos artísticas que recreaba el asunto, y fue la mofa de la red), lo hizo el indie español y, en concreto, Isabel León, la que fue cantante y compositora de Chucho.

Mano derecha de Fernando Alfaro (aquí susurra también él), Isabel bautizó su aventura Istochnikov, como el cosmonauta fantasma, y todo el disco orbita sobre la leyenda, más o menos explícitamente, más o menos ruidosa y barrocamente. Aquí no: esto es una nana mínima, descarnada con la crudeza y sencillez marca de la casa, desnudada con voz, guitarra eléctrica y poco más.

Nadie como esta saga de autores y músicos puede hablar de abortos, frustración o dolores y darle literatura a esta cosa de minuto y medio. «Yo soy el que nunca existió», dice la letra, quasimetáfora del malogrado navegante espacial. La canción se enquista en el fracaso pero con ternura. Tampoco esta iniciativa prosperó demasiado. Isabel no sacó más discos como Istochnikov. Como Laika o el perro Kloka (también reventó en aquel periplo), todo es un inmenso y recurrente gatillazo.